Desde hace unos años todo lo relacionado con el cambio climático, o sea el recalentamiento de la Tierra o el efecto invernadero, está siendo objeto de un acalorado debate. La discusión traspasa el ámbito académico, y se sitúa en un terreno donde las presiones políticas y los intereses económicos -la mayor parte de las veces no visibles para el ciudadano normal- adquieren una importancia sobresaliente. Pero el hecho es que estas cuestiones de moda constituyen el principal argumento -¿o coartada?- para remover el cotarro propio de ciertos grupos de ecologistas con intereses no muy claros y políticos ávidos de arrastrar votos. Precisamente, la falta de unicidad en las conclusiones de los diferentes estudios sobre el cambio climático, es la causa de que se produzcan posicionamientos en pro y en contra de las hipótesis que señalan la influencia humana como responsable del problema.
La situación ha llegado a un punto en el que se ha llegado a insinuar que, en determinados casos, se han favorecido estudios en uno u otro sentido según sus conclusiones favorezcan determinados posicionamientos que puedan luego verse beneficiados de importantes apoyos políticos y económicos. El otro cotarro está en el movimiento anti globalización. Uno y otro, cambio climático y anti globalización –este último ha cedido protagonismo al anterior-, son las dos grandes movidas de las pasarelas de la moda sociopolítica. Cotarros o movidas tienen su evidente proyección en el ámbito económico, aunque se haga lo posible por camuflar sus imprevisibles consecuencias.
Esta historia del cambio climático, en estos momentos está en una situación que me recuerda a “el jardín de senderos que se bifurcan” del cuento caótico de Borges (Ficciones, Alianza 1998). Según la información que por el momento nos ofrecen los científicos, realmente estamos en una encrucijada de la que parten diferentes caminos que, a su vez proliferan y se bifurcan. Por la teoría de la toma de decisiones del análisis estratégico, sabemos que, según el camino que escojamos crearemos diferentes porvenires, diversos tiempos, distintas consecuencias. Con esto se nos advierte que el laberinto que en este momento tenemos a la vista, es una imagen, aunque no falsa, pero sí incompleta. Sin embargo la impresión que se saca del inquietante Protocolo de Kyoto del año 1997, corroborado por los ya famosos IPCC de los expertos de la ONU, es que ya tenemos tomada una decisión grave, cuya característica es que es, irreversible y costosa. Aunque esto debiera significar una llamada a la prudencia, sin embargo da la impresión que la flecha ya está lanzada.
Lo que me propongo no es hacer una aportación científica sobre la debatida cuestión del cambio climático, labor que humildemente dejo a los científicos en la materia -yo no lo soy en este campo-, sino comunicar, a los que quieran leer este post, mi notable preocupación, desde hace algún tiempo, por las graves consecuencias que puede tener la toma de decisiones sobre un problema que aún no sabemos si realmente es un falso problema.
Resulta curioso ver como todo el mundo sigue ciegamente por la senda de los elefantes, sin reparar un minuto en comprobar cuanto fundamento existe en estas grandes cuestiones de las que se pide que se acepten sin rechistar. Llama la atención que haya tanta gente que se apunta a la moda, repitiendo la cantinela sin más. Hay que decir que de esta adhesión multitudinaria, que toma la categoría de fenómeno, resultan víctimas propiciatorias muchos de los profesionales de los medios de difusión. La verdad es que resulta muy difícil no caer en las redes de estas grandes operaciones de verdadero pensamiento único. A fuerza de verlo y oírlo continuamente en todos sitios, uno acepta que se trata de una verdad indiscutible, precisamente ahora que parece que todo el mundo está de acuerdo en que no existen verdades absolutas, ni en la Ciencia.
Por ejemplo, y con el objeto de introducir una duda ante tantas certezas, probemos a navegar por Internet -la tan discutida Internet, precisamente paradigma de la globalización- lugar donde se puede encontrar todo lo malo y perverso de nuestro mundo -si uno se lo propone-, también se encuentra lo más valioso. Por ejemplo, en el terreno de la Ciencia, se pueden encontrar fuentes de información que antes considerábamos impensables, reservadas sólo para privilegiados súper científicos. Y precisamente ahí, en Internet, se pueden encontrar numerosas informaciones procedentes de instituciones prestigiosas que dejan, para quien lo quiera ver y verificar, que existen otras opiniones distintas de las consagradas como indiscutibles. Con ello, Internet esta haciendo realidad el hecho de que la Ciencia será la nueva gran cultura universal del siglo XXI. Entre los muchos "sitios" que se podrían recomendar, en mi caso me referiré a uno que yo suelo visitar llamada BorNet, que ofrece una buena revistas sobre la ciencia, para entender, hecha a la medida de no especialistas, como yo (http://www.bornet.es/news/climatología/) .
Pues bien, en esta revista uno se puede enterar de que los rayos cósmicos, que están regulados por las variaciones del flujo del viento solar, actúan sobre la atmósfera terrestre ejerciendo una importante influencia sobre la formación de las nubes. Este fenómeno no pasaría de ser uno más de los que hoy nos ofrecen las páginas especializadas de los periódicos, si no fuera por que, de confirmarse dicho fenómeno, las estimaciones actuales sobre el papel de los gases de efecto invernadero en el calentamiento de la Tierra tendrían que ser revisadas.
Se tiene comprobado que la intensidad de rayos cósmicos que inciden sobre la Tierra sufre oscilaciones apreciables, teniendo como causa principal las variaciones del flujo del viento solar emitido. Esto es debido a que el viento solar actúa como escudo protector de los rayos cósmicos. Es decir, en los periodos con una mayor emisión de viento solar -que coincide con la aparición de mayor número de manchas solares- se aprecia una menor llegada de rayos cósmicos a la Tierra.
Describir la fase siguiente de este proceso se complica de manera considerable, sobre todo cuando uno no es un científico especialmente preparado en este campo. Así, la incidencia de los rayos cósmicos en la atmósfera provoca fenómenos de ionización por colisión, que son más intensas en las capas superiores de la atmósfera y disminuye a medida que se desciende. A su vez está relacionado con la producción de aerosoles -partículas pequeñísimas de líquidos o sólidos suspendidas en el aire, entre las que se encuentran polvo, sal marina, hollín, restos de combustión de materias orgánicas, sulfatos, nitratos, etc.-. Es decir, se piensa que los rayos cósmicos influyen en la formación de micro partículas de hielo en las nubes altas, ya que los aerosoles actúan como núcleos de condensación de nubes lo que permite su formación. O sea, en los procesos microfísicos de formación de las nubes, son necesarias la presencia de partículas micrométricas -con afinidad con el agua- para que se produzcan su formación.
Existen satélites artificiales específicos para observar los procesos de la formación y comportamiento de las nubes (International Satellite Cloud Project, ISCCP) que permiten comprobar que existe una correlación significativa entre la intensidad de los rayos cósmicos y la frecuencia de las nubes bajas -están situadas a altitudes inferiores a los 3.200 metros-.
La conclusión de todas estas observaciones sobre las nubes es que, el efecto de la capa nubosa sobre el balance de radiación recibida/emitida por la Tierra, varía en función del tipo de nube. Así, aquellas de pequeño grosor situadas a altitudes medias y altas favorecen el calentamiento global, ya que son relativamente transparentes. Sin embargo, si se observan las nubes de mayor grosor o las situadas en las capas bajas de la atmósfera, se aprecia que predomina el efecto reflexión de las radiaciones recibidas frente a la energía que impiden se irradie al espacio. Como el incremento en los rayos cósmicos, regulados por la disminución de la actividad solar, estaría asociado a incrementos en la formación de nubes bajas, lo que favorecería un enfriamiento relativo de las temperaturas en superficie y viceversa.
Para estudiar a fondo el complicado mecanismo antes descrito, están implicadas 17 instituciones y universidades internacionales que tienen destinados a esta tarea a sus mejores científicos en al llamado Proyecto CLOUD (Cosmics Leaving Outdoor Droplets). Entre los países a las que pertenecen las citadas instituciones y universidades figuran: Dinamarca, Noruega, Suiza, Finlandia, Rusia, Reino Unido, Alemania, Estados Unidos y Austria.
En fin, es posible que con este aluvión de información con argumentos “alternativos” a los que frecuentemente se suelen utilizar, de forma concluyentemente, sobre las causas del calentamiento de nuestro planeta, lo que haya conseguido haya sido complicarle la vida a algunas personas que tienen ya adoptado su esquema de causas. En realidad se trata de ofrecer una invitación a la reflexión sobre el peligro que representa ignorar las otras fuentes de información que, en realidad no han sido perversamente “construidas” como una antítesis de las generalmente aceptadas, sino como una llamada a la prudencia.
Son lamentables las noticias que con alguna frecuencia aparecen en los medios de comunicación sobre la presión, incluso mediante amenazas de muerte, que han sufrido aquellas personas, científicos o no, que han osado aportar simplemente, presentar otras opiniones. En principio, y a reserva de la información que todavía necesitamos descubrir y comprender, como economista, me preocupa, de forma notable, las consecuencias sociales y económicas que pueden tener, no sólo para los países desarrollados, sino especialmente para los que están en vías de, de llevar hasta sus últimas consecuencias los acuerdos de Kyoto. El último informe del ya famoso IPCC de los expertos de la ONU sobre este debatido tema, en principio, me parece más de lo mismo y, no me importa decirlo, me parece una invitación a tomar a ciegas un sendero que no está suficientemente iluminado.
Creo que se están tomando acciones acaloradamente, en las que duda la prudencia. Como decía Gracián “la prudencia no admite probabilidades”. Lo peor de todo es que la flecha lanzada de Kyoto, es una decisión tomada en un ambiente en el que no se admiten discrepancias interiores, condición en la que las cosas suelen terminar mal . Los famosos paneles oficiales hablan con demasiada facilidad, por lo que se corre el riesgo de que, en cualquier momento, sean vencidos y convencidos por los que discrepan. ¿Por qué tanta prisa sin darle oportunidad a la discrepancia, a la profundización. Sería lamentable que esto resultara la fiesta de los necios del destiempo.
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