domingo, 27 de febrero de 2011

LA ALIANZA DE “CIVILIZACIONES” DE ZAPATERO Y LA MULTICULTURALIDAD


Hacia la civilización planetaria.

La Alianza de Civilizaciones, según ZP, es un “sencillo” plan para evitar una confrontación entre civilizaciones, así como una “dialogante” fórmula para luchar contra el terrorismo internacional. En cada intervención, se puede comprobar que ZP trata de evitar puntualizar a qué civilizaciones se refiere y de cuál de ellas proceden los actos terroristas. Aunque todo el mundo se lo imagina: la Occidental y la Islámica. La mayoría de los más sangrientos actos terroristas de los últimos años proceden de la “civilización” Islámica. Especialmente los dos últimos, acontecidos en las cabalísticas fechas de 11-S de 2001 y 11-M de 2004. Los ejecutores de dichos actos terroristas no tienen ningún pudor en proclamar quiénes son y contra que “infieles” actúan.

Antes de continuar y para mejor hacerme entender, creo conveniente dedicar unos párrafos a tratar sobre la diferencia entre civilización y cultura. Para ello tomaré prestado lo que sobre la cuestión dice Pio Moa en su reciente libro Nueva Historia de España, La Esfera de los Libros, Madrid 2010.

Dice Pio Moa (pags.17-18, óp. cit.), “Por cultura entiendo la forma y contenido de cualquier sociedad humana: conjunto de creencias, costumbres, formas de poder y organización social, conocimientos, ritos, arte, técnica…sujeto a un impulso transformador que los complica y afina. /../ La cultura se despliega, por tanto, en constante variación espacial (multiplicidad de culturas) y temporal (cambios en ellas). Las variaciones provienen de los individuos que por ello lcanzan relevancia social”.

En cuanto a su opinión sobre las civilizaciones afirma: “..las civilizaciones las considero aquí formas complejas de cultura que empiezan hace sólo hace unos 6.000 años en puntos aislados (Egip, Mesopotamia…). Suponen la especialización de la religión, del poder (formación de Estado), de la milicia, la urbanización, economía agraria asentada, un considerable artesanado y comercio, y la escritura. /../ Otro factor esencial de las civilizaciones, derivado de su complejidad, es la educación a tres niveles: técnica, en valores comunes y, para una élite, en la cultura (arte, técnicas complejas, elementos científicos, elaboraciones religiosas…)”.

Más adelante (pag. 19, óp. cit) dice Pío Moa: “Como fuere, con el Estado y la división del trabajo, las civilizaciones aumentaron el poder sobre la naturaleza y sobre los pueblos más primarios, permitiendo mayor población, riqueza y conocimientos, arte, creencias y técnicas más refinadas, orden social más estable , suavización de costumbres, etc.”.

En contra de lo que pueda parecer, y a pesar de los eufemismos utilizados, ese magno proyecto de Zapatero no es una idea original, como se verá más adelante. En realidad la citada Alianza de Civilizaciones trata de construir una simbiosis estrecha de Europa con los países árabes, con el objetivo de erigir un nuevo concepto geopolítico denominado Eurabia, título del último libro de la escritora de origen egipcio Bat Ye’or. Curiosamente, al igual que ocurre con el terror vasco, donde los mejores alegatos contra dicho régimen proceden de los propios vascos, en este caso ha sido una mujer de origen egipcio –civilización islámica-, Bat Ye’or, nacionalizada británica, quien mediante una meritoria y reconocida labor de investigación, está publicando los mejores libros y artículos respecto al carácter amenazante del extremismo islámico.

Francia fue, en su día, la principal promotora de un completo y bien desarrollado proyecto con idénticos propósitos al de ahora resucitado por ZP, aunque con pequeños retoques de denominación. Proyecto que nos explica Bat Ye’or en su citado libro, que dotaría a Francia de la suficiente influencia y prestigio para rivalizar con Estados Unidos, su obsesión inconmovible. Bajo el rimbombante nombre de Diálogo Euro-Árabe, se creo en París, en el año 1974, de forma cautelosa y fuera de tratados públicos, una asociación de parlamentarios europeos de la entonces Comunidad Económica Europea (CEE), titulada Asociación Parlamentaria de Cooperación Euro-Árabe. Esta asociación funcionó bajo la protección de los jefes de gobierno y sus ministros de asuntos exteriores de entonces, juntamente con sus correspondientes de la Liga Árabe.

La historia se repite, mejor dicho continúa. Como es sabido, la islamofilia francesa viene de antiguo cuando su católica majestad Francisco I de Francia (1494-1547) no dudó en aliarse a los turcos para perjudicar a España, amén de otras ocasiones en las que se pactó con el Imperio Otomano, en perjuicio de Europa, y siempre en beneficio de la grandeur.

Bat Yet’or, explica con profusión de datos y argumentos que, el llamado diálogo euro-árabe, lo que pretende es el resurgimiento del antiguo dhimmit, que significa estatus de sumisión de las poblaciones conquistadas por el Islam. El dhimmit es la dura realidad del falso paraíso de tolerancia difundido respecto, entre otros, al-Andalus.

Frente a la interpretación fantasiosa e idílica de la convivencia de culturas en al-Andalus, afortunadamente se están abriendo paso una serie de historiadores, tanto extranjeros como españoles, que haciendo un trabajo honesto, riguroso de investigación y respeto a los hechos, nos describen lo que verdaderamente ocurrió. Entre los más recientes cabe citar a Cesar Vidal en su excelente libro titulado España frente al Islam, o el no menos meritorio del catedrático de literatura árabe (UAM) Serafín Fanjul titulado La quimera de al-Andalus, entre otras obras de este destacado especialista en el Islam, orientadas a poner las cosas en su sitio.

En la contraportada del citado libro del profesor Fanjul, se puede leer lo siguiente: “Pese a ser un tópico mil veces repetido, la denominada singu¬laridad de al-Andalus en la realidad no lo fue tanto. Sólo una visión localista que olvide el Islam medieval y moderno en su conjunto, puede insistir en esa mistificación histórica. al-Andalus no fue ningún paraíso ni algo ajeno a los países islámicos medievales, sino uno más de ellos. Contribuir a desmitificar esa etapa de la historia de la Península es tarea necesaria que la presente obra acomete sin complejos”.

Envuelto en la ingenua y quimérica teoría de multiculturalidad, de cuyos fracasos está la historia llena, Europa se ha empeñado en una peligrosa auto-capitulación de sus valores judeo-cristianos en el marco de un extraño seudo-progresismo, ideología que después de la caída del Muro de Berlín abraza al Islam, como último y sorprendente recurso revolucionario, una vez que ha fracasado la dialéctica de la marxista lucha de clases (André Glucksmann)

Ante tanta confusión, los trabajos de Bat Ye’or, representan una vigorosa aportación de clarificación sobre lo que verdaderamente está ocurriendo en Europa. Con toda crudeza pone en evidencia la dolorosa traición de ciertos políticos europeos a su identidad y a su historia, con la esperanza de que sirva de llamada de atención a los historiadores honestos, respecto a semejante suicidio cultural. El viejo Dialogo Euro-Árabe del año 1974, o el “remake” Alianza de Civilizaciones de ZP, son mucho más que una simple antítesis del Choque de Civilizaciones de Huntington. Mediante dicho proyecto se pretende convertir Europa en “Eurabia”, determinada por ser anti-cristiana, anti-occidental, anti-americana, anti-semítica. Pero también proporcionaría a Francia el liderazgo de ser la alternativa a Estados Unidos. Queda por ver la reacción que, en un determinado momento, puedan tener los recién incorporados países del Este, de vuelta de experiencias equívocas, así como de algunos países nórdicos probablemente liderados por el Reino Unido.

Una vez más se puede repetir la historia: cuando se valora más la seguridad que la libertad, finalmente se pierden ambas. La obra de Bat Ye’or, especializada en el estudio de las minorías de los países sometidos al Islam, nos recuerda, con insistencia, la tradición musulmana de la citada más arriba “dhimmit”. No se trata de la punta de un iceberg desconocido que emerge ahora, sino del peligro de un verdadero continente que puede ser engullido por una “civilización” teocrática, anclada en la edad media, con ayuda de la coránica jihad. ¿Cabe mayor conflicto, creado unilateralmente desde el victimismo de su retraso histórico, del que culpan a Occidente?

Históricamente los expertos han ido reduciendo el número de civilizaciones reconocibles, hasta quedar reducidas, a principios del siglo XX a unas 9 civilizaciones. Pero la globalización y especialmente las modernas tecnologías de las comunicaciones, están produciendo un extraordinario fenómeno de uniformidad, isocronismo, en torno al conocimiento que todos tienen de los demás. Primero fueron las parábolas de televisión instaladas sobre las más modestas chozas del mundo. Luego fue la meteórica expansión de Internet y finalmente el big ban de los teléfonos móviles o celulares. Y qué decir de las redes sociales a las que se les adjudica nada más y nada menos que el mérito de haber hecho posible las revoluciones de los países árabes, al margen de las mezquitas, que no tuvieron en 14 siglos.

Se puede decir, sin temor de equivocarnos, que estamos culminando la formación de una sola civilización con multitud de culturas, en torno a las tecnologías de las comunicaciones y el conocimiento. No hace falta decir que, a estas alturas del desarrollo de las ciencias sociales, sería un error no saber diferenciar cultura de civilización. Ante el rodillo implacable del isocronismo en torno a una sola civilización reconocible, se comprende la reacción desesperada de los que se resisten a desparecer como singularidad.

Si los tardo nacionalismos que tanto nos complican la vida quisieran ver y reflexionar sobre los cambios del nuevo siglo, se darían cuenta que están navegando contra corriente. No hay lucha de “civilizaciones”; incluso las ideologías sufren de ósmosis izquierda derecha. Lo que hay son Derechos Humanos. Lo que hay son luchas de religiones, luchas por el poder global, lucha por el conocimiento, lucha por las viejas y nuevas fuentes de energía.