lunes, 23 de abril de 2007

Modelos de formas de estado: el embrollo del Estado autonómico español


Es tal el enredo que estamos padeciendo sobre la cuestión de la reformas de los Estatutos de las CC AA de España, que ya no sabemos cuál es el significado de ciertas palabras necesarias para poder entender qué modelo de Estado tenemos y adónde nos quieren llevar los que detentan el poder en la actualidad. Basta con leer las columnas de opinión de los periódicos, oír las omnipresentes tertulias radiofónicas, o a los políticos de turno.

Si se recuerda la historia del nacimiento de los Estados Unidos, se sabe que cuando en 1776 las colonias se declararon independientes, los trece territorios originales se constituyeron en Confederación. A partir de ese momento, todavía tuvieron que pasar más de siete años hasta que ganaran la guerra a la Metrópolis. Pero cuatro años después, o sea, enseguida, con visión de futuro, llegaron a la conclusión de que el sistema confederal no les convenía. Este hecho marca el sentido de la evolución histórica de las formas de organización territorial de los Estados de Derecho. Por eso, en 1787, los territorios nacidos confederados, decidieron reunirse en Filadelfia para acordar, todos juntos, sin admitir privilegios a ningún territorio, una Constitución Federal, acuerdo que alcanzaron al año siguiente.

O sea, tan sólo doce años después de la espléndida Declaración de Independencia de las colonias, unos novatos, sin historia sobre sus espaldas, crearon la primera democracia moderna dotada del primer texto codificado del mundo, el primer Estado de Derecho de la historia. Y aún hoy, a pesar del tiempo transcurrido, a pesar del enorme peso de la historia de la que presumimos los europeos -o quizá por eso- el texto presentado en la Convención de Bruselas para la Unión Europea, aprobado por algunos estados y rechazado por dos de gran significación, no supera al modelo que gobierna y rige a la Unión Americana.

En el caso europeo se ha echado de menos el sentido de Estado, la generosidad, la altura de miras de unos auténticos constructores de fórmulas de convivencia en libertad y derecho, con el ingenio suficiente para saber utilizar resortes de equilibrio entre fuerzas centrífugas y centrípetas, como el que demostraron Madison o Adams, entre otros. Ahí sigue vigente la Constitución Federal de 1788, que después de 219 años sólo ha necesitado 27 "enmiendas", que no reformas, para seguir siendo útil para una de las sociedades más dinámica que se conocen, a la que sirve eficaz y eficientemente. Mientras que nuestra experiencia, a partir del Estatuto de Bayona de 1808 -por ponerlo más extenso en el tiempo-, o sea en casi 200 años, se computan más de treinta Constituciones generales. La mayoría de las cuales no llegaron a entrar en funcionamiento. Pero aún seguimos dándole vueltas, y últimamente de forma más intensa.

Pronto se cumplirán 30 años de la implantación del actual Estado de las Autonomías. Aunque nadie quiere comprometerse a hablar de reformar la actual Constitución, el hecho es que, por la puerta de atrás cuelan las reformas que se han aprobado hasta el momento, especialmente la del Estatuto Catalán, que suponen una reforma de facto, sin enfrentarse claramente a la complicada situación en las que nos encontramos.

El hecho es que, en las tertulias, en las columnas de opinión, en las declaraciones de algunos partidos abiertamente comprometidos en la reforma constitucional –sean iU o ERC-, en el hecho consumado de los nuevos estatutos aprobados, todo indica que se quiere implantar un modelo de estado de corte federal. Pero no se aborda abiertamente llevándolo a las Cortes, donde correspondería enfrentarse con la realidad inevitable, respetando así la soberanía del pueblo español.

No hace falta ser un especialista en derecho constitucional para darse cuenta que, realmente, nuestras CC AA, constituyen una forma -imperfecta- de seudo Estado Federal, intencionadamente asimétrico y no rematado en su enunciación. Asimétrico por cuanto admite los privilegios forales, que naturalmente provocan agravios comparativos de los ambiciosos nacionalistas tradicionales y de los nuevos, que se apuntan para no ser menos, en vista de la situación de desbordamiento en la que estamos abocados. Como es sabido, los responsables del diseño de la Constitución de 1978, intencionadamente, no quisieron rematar el diseño poniéndole puertas al campo, con objeto de satisfacer las intereses nacionalistas de dejar abierta la posibilidad de llevar a cabo interminables "reformas" que, necesariamente, se agotarán tan sólo cuando los nacionalistas separatistas hayan alcanzado su objetivo. El caso es que, en los interminables debates celebrados, en su día, para alcanzar el tan cacareado consenso que trajera la nueva Constitución de la Transición, ganó la resistencia y tenacidad de los nacionalistas y perdieron los que buscaban proteger la permanencia de la unidad de España.

En su momento, hubo celebraciones y grandes palabras de reconocimiento por haber alcanzado el consenso que permitió la Transición. Estas alegrías por la paz y progreso que proporcionó la Transición, que parecía que serían para toda la vida, se agotaron con la celebración de los 25 años de su nacimiento. Por una parte las nacionalistas de siempre y los de nuevo cuño, junto con el nuevo Gobierno socialista del 14-M del 2004, bien por que aspira a rescatar las olvidadas y viejas ideologías de la I y II República, cosa que los anteriores Gobiernos socialistas no manifestaron formalmente, o bien por necesidad de agarrarse al poder que le ofrecen los nacionalistas para aferrarse al sillón, el caso es que, ahora, se habla de la necesidad de llevar a cabo una II Transición, porque la anterior, según dicen los promotores del cambio de régimen, fue una trágala, una continuación del franquismo. Ahí queda eso. A los que nos ha tocado vivir el periodo franquista con la ilusión de que algún día disfrutaríamos de una verdadera democracia de derechos y libertades, todo lo que ahora está ocurriendo significa un verdadero chasco ¿Es que realmente ninguno de los responsables políticos intervinientes, en su momento, para “lograr el consenso como sea”, no se dieron cuenta que, con aquel invento de la Constitución del Estado de las Autonomías, era previsible que ocurriera lo que ahora está pasando? No creo que falten autores, textos, reflexiones, sobre la teoría del poder, que brindaran luz y raciocinio sobre la cuestión a aquellos padres de la patria, hoy acusados, por algunos, como padres bastardos. La salida de un sistema dictatorial a otro democrático, no es algo nuevo en la historia de la humanidad. El poder siempre ha necesitado que se le marque el campo dentro del cual debe transitar. En nuestro caso no se quisieron marcar dichos límites, por ingenuidad o por otras razones inconfesables Y aún así, la historia nos enseña que de tiempo en tiempo, la eterna ambición por el poder esta presta para derrocar al que lo detenta.

Seamos de una vez claros y honestos, la Transición dejó importantísimos cabos sueltos, que trajeron una cadena de problemas de difícil arreglo. Realmente, lo que se infiere de todo lo leído y oído respecto a los nuevos Estatutos aprobados y los que vienen de camino, constituyen una regresión histórica hacia la confederación. Se trata de deshacer el camino, pues históricamente las confederaciones o se han disuelto o se han transformado en Federación de Estados. Por tanto, se trata de una estrategia de tránsito a la independencia, de gran utilidad para los nacionalistas, especialmente desde el punto de vista legal, de cara tanto a nuestro embrollado sistema judicial, como de cara a la UE, con lo que se evitan el riesgo de tener que negociar la entrada en la Unión, con el inconveniente de ponerse en la cola -por ahora de 27 países- de solicitud de privilegios y derechos. En este estado de cosas, no sería descabellado esperar que las restantes CC AA, que hasta hora no han manifestado aspiraciones independentistas, al sentirse afectadas por el mal del agravio comparativo –la envidia es uno de los pecados capitales de los españoles-, se declararán, cuando menos, cantones independientes.

El modelo de organización territorial que acoge nuestra Constitución de 1978, al estar intencionadamente no rematado y de redacción ambigua, según han reconocido en repetidas ocasiones los propios responsables de su diseño, no sólo nos ha traído el Estado más descentralizado del mundo, manifestado jactanciosamente como virtud, sino también un Estado débil frente a las interminables reclamaciones de los nacionalistas, que se sitúan tras el burladero de un diseño constitucional que no tiene techo. Lo que en el plano teórico pretendía otorgar el máximo grado de descentralización dentro de un Estado Unitario, en el plano práctico resultó ser una extraña mezcolanza de Estado Compuesto -el Estado Plurinacional, que por su intencionada ambigüedad no marca tendencias-. Ante los hechos que estamos viviendo, no es posible vaticinar en qué puede terminar este edificio inconcluso y carente de planos guía preparados y suficientemente promulgados. La pregunta que nos asalta a muchos ciudadanos de España es: ¿en qué terminará este embrollo -no inesperado, precisamente-, en una federación, en una confederación o en un big-bang de nuevos estados independientes?

Creo que es un error empeñarse en hacer de la debilidad virtud. Naturalmente que sería posible, desde la indeterminación actual, contando con grandes dosis de buena voluntad –que no se aprecian en la mayoría que detenta el poder en la actualidad-, alcanzar un acuerdo que remate claramente en un modelo de estado reconocible. Pero para ello haría falta enfrentarse de cara a la realidad, y acordar, por consenso, una serie de "reformas" constitucionales o ,en el peor de los casos, pactar una nueva y definitiva Transición de hombres buenos, que acabe con los flecos y las ambigüedades de la actual constitución. Resulta dramático comprobar que, uno de los artífices principales, por no decir hombre clave, de la aclamada Transición, para su desgracia -o suerte-, una terrible enfermedad le ha quitado la conciencia que le hubiera permitido conocer, y padecer, la inutilidad de todo el esfuerzo realizado, llevado a cabo con ilusión, en aquellos años de cambio de "libertad sin ira", desde una dictadura hacia una democracia. Lo que entonces fue un feliz hallazgo, ahora, por mor de unos intereses de poder, resulta, para algunos, un estorbo que hay que agraviar, primero, y luego eliminar.

Micorreo: "Tertulianos" debatiando sobre las corridas de toros


Estimado director de tertulia:
Estuvo divertido el coloquio sobre la prohibición de las corridas de toros. Te lo aseguro. Por las maneras de discutir, las señoras dieron buena prueba de tener mala educación, muy mala. Tú que eres periodista te pregunto: ¿Crees que conviene adoptar esa actitud para quedar bien con la audiencia de nuestro tiempo? Yo debo estar muy antiguo y quiero reciclarme, por eso te pregunto. Respecto a los defensores de turno de las corridos, resultaron de lo más ingenuo y candoroso que he oído. No tenían ni idea de a lo que se estaban enfrentando. No salían de un ladrillo, diciendo monadas. Resulta sorprendente que un crítico taurino, entre otros, tuviera tan pocos recursos dialécticos. Supongo que la próxima vez que los inviten a defender las corridas, frente a grupos que llevan siglos desarrollando argumentos anti-taurinos, se lo pensarán dos veces.

Algún comentario más sobre las señoras. Quedó muy claro que odiaban las corridas de toros. Imagínate unas nacionalistas atacando a la Fiesta Nacional española. Aunque lo de las señoras no es nada comparado con lo que te puedes encontrar en Internet con la marca de origen Cat. Latía con más fuerza su anti-españolismo que la defensa de los animales. No se esforzaron mucho en desarrollar las razones por las que los humanos debemos proteger a los animales y también a la naturaleza en general. El contertulio RP tiene razón. Los animales no tienen derechos -a pesar de esos surrealistas decálogos que circulan por ahí-. Somos los humanos los que, como prueba de nuestra humanidad, desarrollo, civilización y madurez tenemos la responsabilidad de protegerlos por diferentes razones; por estar en la cúspide del poder de los seres vivos. Pero sin caer en aberraciones.

Seguro que tu conoces, como yo, casos de personas que no sienten ni siquiera compasión por el dolor y el sufrimiento humano, pero lo darían todo por su perro. Seguro que, como a mí, te vienen a la memoria muchos ejemplos de famosos y famosillos que lideran asociaciones de lo más pintorescas, pero que no reflejan amor y respeto por los derechos humanos. Como alguien ha dicho; son malos tiempos en los que hay que explicar lo obvio. Seguiré siendo escuchante de tu programa. Saludos y felices vacaciones.

La ineficacia de las estrategias tradicionales para luchar contra el terrorismo


Está generalmente aceptado que, aunque los principios estratégicos se manifiesten inmutables, ante las nuevas realidades se hace inevitable la creación de nuevas teorías estratégicas con las que hacer frente a las nacientes amenazas a la supervivencia. Así, la Revolución Francesa marca el comienzo de las teorías de la guerra total que más tarde se materializaron en la obra de Clausewitz. A su vez, la caída del Muro de Berlín marca el fin de la etapa conocida como Guerra Fría. Cada una de estas etapas están, además, caracterizadas por la aparición de nuevas armas que, a su vez, aportan nuevas posibilidades.

Pero si la mayoría de los análisis relativos al establecimiento de etapas que determinen las existencias de teorías estratégicas, suelen terminar con el fin dela Guerra Fría, la realidad es que el 11-S del año 2001 en Estados Unidos, más conocido como el ataque a las Torres Gemelas de Nueva York, está marcando claramente el inicio de una nueva realidad. Esa nueva realidad que obliga claramente a la búsqueda de nuevas teorías de acción estratégica, con la que poderse defender de un nuevo enemigo muy peculiar. Ese nuevo enemigo no se identifica con un país o ejército determinado. De momento es conocido como Terrorismo islamista, para diferenciarlo del tradicional terrorismo nacionalista como el de ETA, IRA, checheno, etc.

Dado que el presente trabajo pretende ser una reflexión sobre la búsqueda de nuevas estrategias apropiadas para vencer al Terrorismo islamista, no entro ahora en el objetivo de hacer una descripción de lo que se entiende por Terrorismo en general. Para ello remito al lector a mi artículo titulado "Terrorismo, la nueva estrategia de guerra", que figura en este mismo blog, marcado con la etiqueta .

Hasta ahora, cuando se hablaba de teorías estratégicas clásicas se hacía referencia a las conocidas como de fuerza bélica directa, que conceden toda la importancia a la superioridad militar, mediante la concentración de fuerzas orientadas a destruir al enemigo mediante batallas decisivas. Son conocidas también como estilos de guerra de atrición, cuyo representante más relevante es el citado más arriba Clausewitz, con lo que nos remontamos al año 1831. Ahora se piensa que la mayoría de dichas estrategias clásicas eran válidas solamente para las llamadas superpotencias.

La etapa de la llamada Guerra Fría se caracterizó por la aparición de un nuevo equilibrio del poder, en la que hubo una reducción a dos del número de las grandes potencias: Estados Unidos y la Unión Soviética. Esta etapa se caracterizaba por la existencia de una bipolaridad del poder, y por la tendencia hacia un sistema de bloques. Como resultado de esta bipolaridad, desaparece la flexibilidad del equilibrio del poder de otras épocas. Dos superpotencias, cada una de ellas incomparablemente mas fuerte que cualquier otra potencia o combinación de potencias, se oponen entre sí.

La disparidad de fuerzas entre las potencias mayores y menores era tan grande que, estas últimas no tenían opción de poder participar en el papel de reequilibrar el poder. En realidad lo que estaba presente, en esta etapa, era el equilibrio del terror. O sea, el miedo a la amenaza constante de una guerra nuclear, en la cual no existiría ni vencedor ni vencido. De ahí su nombre de Guerra Fría. En esas circunstancias, la eventualidad del aniquilamiento total significó, paradójicamente, garantía de paz. El mundo conoció uno de los períodos históricos más prolongados sin un choque frontal entre grandes potencias, paradójicamente gracias a la detente de la Guerra Fría entre las potencias atómicas.

Pero con la caída del Muro de Berlín desaparece también la bipolaridad, quedando Estados Unidos como potencia hegemónica. Precisamente, es a partir de esta nueva situación de unipolaridad de Estados Unidos, cuando se hace más patente el fenómeno del terrorismo islamista. Es la nueva amenaza a la paz mundial, la nueva realidad que obliga a buscar nuevas teorías estratégicas apropiadas. Paradógicamente, el tradicional factor disuasor de gran potencia, no parece que surtiera efecto en el caso de del 11-S del año 2001.

Por poderosas que sean las estrategias defensivas clásicas, siempre puede aparecer un enemigo inteligente y audaz que pueda atacar por sorpresa y lograr la victoria. Por eso, las estrategias modernas establecen que es necesario desquiciar previamente al enemigo, ya sea física, psicológica o logísticamente, para luego poder ganar la batalla principal, al menor coste posible. Mientras, las estrategias al más puro estilo clausewitziano perseguían atemorizar al enemigo mediante la creación de un ambiente atracionista, por temor a las consecuencias de cualquier provocación.

Banderillas: Intelectuales


La mayoría de los auto intitulados intelectuales tipo "abajo-firmantes", se alimentan de las modas. Los temas de moda ahora son el anti americanismo, antisemitismo, el multiculturalismo con especial interés a la cultura musulmana, la antiglobalización, pero especialmente el nacionalismo. Esta actitud típicamente esnob que caracteriza a estos intelectuales, ha dado lugar a que se suscite un amplio debate sobre lo que se entiende por intelectual. Tal y como dice Paul Johnson "a diferencia de sus predecesores sacerdotales, no eran servidores e intérpretes de los dioses sino sus sustitutos". Lo que quiere decir Johnson es que en realidad lo que han hecho es suplir a la curia en su labor de pastorear al rebaño. Pero nadie como Raymond Aron denunció de manera tan contundente lo peligrosos que son los intelectuales que se guían por las modas. Cada época ha proveído el opio para los intelectuales "comprometidos". Hubo un tiempo que el marxismo les hacia levitar, lo que quedó reflejado, en el año 1955, en el sólido libro de Aron "El opio de los intelectuales". En nuestros días el nuevo opio lo proporciona, principalmente, el nacionalismo, el Islam y la globalización.
Banderillas de fuego (arte de torear).

Banderillas: Revisión histórica


La revisión histórica es uno de los recursos a los que suelen recurrir con más frecuencia los "intelectuales" nacionalistas. Por ejemplo, los catalanistas, ponen especial empeño en destacar que el año 1714 fue el fin de la Cataluña libre. Se ve que el efecto alucinante del nuevo opio les impide distinguir el camino que lleva hacia la modernidad. El método siempre es el mismo: repetir una mentira hasta la saciedad o deformar los hechos. La realidad es que las veces que Cataluña ha sido desleal a España, que han sido varias, ha sufrido periodos de involución y pobreza. ¿No sería que 1714 significó el final de la Cataluña feudal heredada de la edad media? ¿O que sus enemigos, los Borbones, llevaron con la denostada centralidad del Estado Unitario, el progreso que representaba el que los comerciantes catalanes participaran en el mercado americano, del que hasta entonces habían estado excluidos? La verdad que nos enseña la Ciencia Económica es que ese "simbólico" año fue el comienzo de una era de modernización catalana que permitió que en el siglo XIX Cataluña dispusiera de los recursos y las capacidades humanas que le permitieran llevar a cabo la industrialización posterior.
Banderillas de fuego (arte de torear).

domingo, 22 de abril de 2007

La enigmática burbuja inmobiliaria


Formalmente, en economía, es un desatino utilizar la expresión burbuja como un baldón negativo, no ya aplicada al sector inmobiliario, sino a cualquier otro sector productivo perteneciente a un mercado libre. Seguramente ha nacido y desarrollado en los medios de comunicación de la prensa. Va que ni pintado para un buen titular. Comprendo que se utilice como metáfora por aquello del glóbulo de aire que se forma en el interior de un líquido; o para referirse a un habitáculo hermético y aislado que proporciona impunidad; o en los tratamientos de ciertas enfermedades, como en los casos de los niños burbujas, etc. ¿Alguno de los que leéis este post, economista o no, conoce una definición convincente de lo que es una burbuja económica?

De momento el DRAE no lo recoge ni como acepción. Wikipedia, que se atreve con todo, dice: “Una burbuja económica tiene lugar cuando, en buena parte debido a la especulación [ojo al dato], se produce una subida anormal [habría que concretar en qué tipo de mercado estamos por aquello de la “normalidad”] y prolongada del precio de algún producto [cosa que puede ocurrir en cualquier momento y por diversos motivos con las patatas, las naranjas, el petróleo, el aceite de oliva, etc.; o también una bajada anormal, sin que hablemos de burbujas…], de forma que dicho precio se aleja cada vez más del valor real o intrínseco [¡vaya complicación!, hubiera sido utilísimo que W explicara que entiende por “valor real o intrínseco”, al que sólo se refiere como una unidad astronómica. Veamos, en la valoración de inmuebles puede ser un concepto jurídico indeterminado; también, en contraste con el valor nominal, el valor real toma en cuenta la inflación; otro, es un valor ideal que sólo podría conocerse si se eliminan todas las causas de error -¿?-; más, una factura puede ser un valor real frente a un valor venal; otro intento, la definición del Dic. Stanford que dice sería el que se estima pude tener un bien en un mercado estable que puede no coincidir con el del mercado en ese momento. Ufffff, desisto] del producto, entrando en una espiral de subida continua y alejada de toda base factual. [Otro problema semántico interpretativo: ¿de facto o de iure?;]. El precio del producto alcanza niveles absurdamente altos hasta que la burbuja acaba estallando [¿por qué, quién, cuándo…?], lo que hace que los precios vuelvan a su nivel natural [naturalmente, lo que nos faltaba para seguir complicando la cosa]. Esto se conoce como un crack”. [Esto parece la traca final: me suena. Será el del año 29, cuando no tenían ni mucha ni poca idea de cómo gestionar el sistema monetario –medios de pago- que es un monopolio legal que ejercen la Reserva Federal en USA o el BCE en Europa, entre otros.]

Lo siento, pero, en este caso, W me complica muchísimo y no me ayuda. Probaré tratando de recordar algunos conceptos básicos de economía. La presión de la demanda no siempre es especulativa. ¿Tendríamos que prohibir la publicidad, las Semanas de Oro, etc.? A la vista de esto, se podrían dar unos consejos para los amigos: en el libre mercado, procura no meter tu dinero en los sectores en los que coincida el “valor real” -¿de coste, de factura, de iure, de facto,…?- de los bienes con el valor de mercado. En globalización, saldrás corriendo hacia donde los costes comparativos sean menores –llamado efecto deslocalización en Puerto Real, o cualquier otro sitio, por decir algo que suene reciente-.

Si mal no recuerdo, en el mercado libre se forman dos clásicas curvas esenciales, oferta y demanda –ya sé que esto es como mentarle la bicha a algunos ideólogos anti, y si no, échenle un vistazo a los libros de bachillerato actuales de algunas CC AA-, que en algún punto del plano de observación se cruzan: ahí tenemos el punto de equilibrio, que admite muchos calificativos según su naturaleza –estable, inestable, etc.-. Claro que en los sistemas de economía estatalizada, controlada, centralizada, socializada, etc. –no de mercado- el precio no lo marca el punto de equilibrio de oferta y demanda, sino las conocidas “Autoridades”. ¿Sería este el caso del terreno urbanizable que controlan las autoridades municipales, entre otras? Me parece que por ahí puede andar esa fantasmal burbuja que se hincha, que la hinchan y que puede llegar a hacer descarrilar la, por todos reconocida, actividad locomotora de cualquier economía: la construcción.
Sigo removiendo mi memoria. Cuando un sector económico está entrando en desequilibrio –Japón entró en esta situación por su mala cabeza, afectando a todo su sistema económico gravemente allá por año 1985. Ya entonces los periódicos empezaron a sacar lo de la burbuja económica del Japón. Cuando el régimen franquista, con ayuda de la sabia y oportuna mano de los “tecnócratas” del OPD, decidió abrirse al mundo con el llamado Plan de Estabilización, primer paso español hacia la “abominada” globalización, lo hizo para poder sanear, crecer y competir. Esta apertura al mundo exterior, inicialmente produjo el mismo efecto metafórico de pinchar el globo, o sea la burbuja, de aquella economía cerrada. Plafff. Sin entrar en detalles, esa apertura, o pinchazo de la burbuja del proteccionismo obligado por el cerco internacional, fue muy bien aprovechada por otros para enriquecerse y, además, trajo el “desarrollismo de los 60”, que tan fundamental fue para que apareciera, en España, una clase media necesaria para la viabilidad de la ahora discutida Transición política.

Pongamos por caso el sector, bien madurito, del automóvil; pongamos que este año se produce una baja cosecha de aceite de oliva –creo que no es el caso-; pongamos que sale un superconductor mucho más barato que afecta a la construcción de esos juguetes electrónicos que tanto nos gustan; pongamos que esta temporada de vacaciones vienen la mitad de los turistas –exceso de oferta de camas de hoteles, personal a la calle, bares cerrados, sobran camareros a mantas; pongamos que la ministra correspondiente se sale con la suya y se carga el sector del vino; pongamos que la correspondiente del cine sigue apretando las tuercas y hay que cerrar un montón de salas de cine. Y así sucesivamente los que admita la imaginación, que de eso se trata. Pues, a toro pasado, cualquiera podría decir, sin que nadie contradiga: “es que se ha pinchado la burbuja”.

Los numerosos análisis que se han hecho sobre el sector inmobiliaria de España –disponibles ampliamente en Internet- suelen tener en cuenta las variables concernidas: demanda de pisos, oferta normalmente bien ajustada –con los retardos propios de todos los sistemas flexibles y ajustables- a la demanda, precio del dinero y facilidades crediticias, situación del sector financiero –impagados hipotecarios-, factores productivos de la construcción propiamente dicha (terreno urbanizable, cemento, saneamientos, mano de obra (ojo), etc.). Todos estos elementos son reales, no son aire de burbuja, afectan y son afectados por el sector.

A su vez, el sector en cuestión, como cualquier otro, está sujeto a los avatares de la acción de los agentes sociales y a las políticas de turno que se manifiestan bajo la forma de lo que conocemos como coyuntura económica –se entiende a corto plazo, pero que si persisten serían manifestaciones de naturaleza estructural-. Ninguna economía, tanto en su expresión macro como micro, es absolutamente estable y sostenible –otra palabra mágica que todo el mundo repite aunque no quepa, pero que casi nadie sabe lo que significa-. Lo contrario sería aceptar que vivimos bajo la tiranía inamovible del concepto platónico, según el cual, existe un modelo ideal y permanente de las acciones económicas humanas. Hoy hemos comprendido que la noción de perfección es anti económica y sólo tiene sentido en un universo estático que, precisamente, no corresponde con el económico. A veces pienso que es posible que, en algunos casos, cuando hablan de la dichosa burbuja, a fuerza de retorcer el lenguaje, la confunden con estafa, evolución tecnológica, desequilibrios económicos, inflación, etc.
En resumen, para terminar con esta primera entrega de la burbuja enigmática, en mi opinión, decir que el sector inmobiliario padece una burbuja de pronóstico reservado o incluso de UCI, es una licencia retórica que, aunque goce de gran aceptación, pende peligrosamente, incluso diría frívolamente, sobre un sector importante que juega un papel clave para la buena marcha de la economía española, como lo sería para cualquier otro país. Otra cosa es que esté gravemente afectada por el poderoso aparato de control administrativo desarrollado por los partidos políticos dominantes en cada municipio, a través de la maraña, a veces, incontrolada de los PGOU, desgraciadamente fuente significativa de corrupción, que se proyecta aviesamente sobre otras actividades relacionadas, lo que significa desenvolverse en un ambiente de inseguridad jurídica que incita, cuando no, obliga, a establecer trapicheos debajo de la mesa, nada transparentes.

Micorreo: El sobrevenido Estado Federal, 30 balas incrustadas en las paredes


Estimada amiga:

Tu breve y lacónica respuesta me ha dejado intrigado por saber, con qué argumentos de los expuestos en mi anterior mensaje sobre las autonomías, ahora te han llevado a interpretar por que “no me gusta” la palabra consenso -objeto de un viejo debate entre tú y yo-. No es que no me guste per se, si no que cada palabra es para lo que es. Como decía Lewis Carroll: no hay mayor despotismo, pretendidamente ilustrado, que el que se ejerce sobre el significado de las palabras, atribuyéndoles otros caprichosos. Sobre la palabra consenso el DRAE dice que es el “acuerdo producido por consentimiento entre todos los miembros de un grupo.” Estoy de acuerdo contigo; no sólo es bueno reflexionar sobre las peticiones o argumentos de los demás, sino que es imprescindible para el normal desenvolvimiento de nuestra vida cotidiana. Lo contrario sería un mundo esquizofrénico, como el que, con frecuencia, tenemos. Por naturaleza, doy por sentado que la avenencia, o rechazo, por parte de un grupo sobre un acuerdo entre todos, habría estado precedida de un diálogo entre los individuos o grupos, afectados. Si no fuera así ya no sería consenso, sería otra cosa. Como ya te manifestaba en mi debatido mensaje relativo al consenso, su apelación abusiva, en realidad, es una mera estrategia tramposa, usada por los que menos poder tienen. En ocasiones, no es más que una puñalada trapera a la democracia.

Permíteme una apostilla a mi anterior artículo sobre las autonomías. El meollo de mi argumento estaba en que se está produciendo una utilización intencionadamente socarrona –no creo que sea fruto de la ignorancia de tan eminentes actores- sobre el concepto de federación. Me explico. Los nacionalistas vascos y catalanes se suicidarían en sus pretensiones independentistas, si aceptaran una constitución verdaderamente federal dentro de la España unitaria actual. No me imagino que cualquiera de los estados de la Unión Americana, por ejemplo California, le diera a Washington D.F. los desplantes del tipo de los que aquí se gastan los gallitos nacionalistas respecto a Madrid Gobierno. Recordemos que, en el marco de la constitución federal de 1788, los norteamericanos tuvieron su Guerra de Secesión (1861-1865). La ganó el norte, Lincoln. Con ello, entre otras cosas sabidas, se consolidó el poder federal centrípeto y equilibrador, frente al poder centrífugo de los estados secesionistas. O sea, se evitó la regresión a la situación de Estados Confederados que existía en 1776, como pretendían los sureños.

El hecho histórico recordado más arriba nos ilustra, también, sobre las consecuencias que tendría, entre otras no menos previsibles, el que las autonomías gobernadas por nacionalistas separatistas se declararan independientes en el marco de la España seudo federal –por lo de asimétrica- que realmente constituye el llamado Estado de las Autonomías. Realmente sería una regresión histórica a un estado confederal, como podría ser la situación existente en la Península de los reinos cristianos, cuando los Reyes Católicos culminaron la reconquista. O para ser más precisos, jurídicamente hablando, a la situación anterior a la constitución de las Cortes de Cádiz de 1812, o sea una España medieval. Además, no es difícil imaginarse el efecto dominó que esto tendría, en los actuales Estados-Nación europeos. O sea, el fin de lo que entendemos, ahora, por Occidente, geopolíticamente hablando.

Si como afirmó Cicerón, la Historia es, no solo aviso del presente, sino también advertencia del porvenir, quizá nos resulte útil repasar la experiencia histórica de nuestra Primera República, acaecida después de la abdicación de Amadeo de Saboya el 11 de febrero de 1873.

Sin llegar a cumplir un año de vida, la I República Española pasó por tres fases sucesivas: comenzó como unitaria, pasó a remedo de federal y terminó como una extraña cosa que, algunos, calificaron como conservadora. Extraña situación que fue “liquidada” por el general Pavía el 2 de enero de 1874, acontecimiento extraordinario sobre el que me referiré más adelante.

Estanislao Figueras, su primer presidente, llegó apoyado por los republicanos radicales y progresistas. En cuanto éstos se pelearon hubo que convocar cortes constituyentes que, inmediatamente, proclamaron una República Federal. Figueras gobernó sólo 41 días.

Al segundo presidente, PI y Margall, además de lloverle las reivindicaciones sociales, se encontró con que todo el mundo creía que lo de República Federal era una invitación a declararse cantón independiente. Como carecía de carácter para tomar decisiones, la cosa degeneró en remedo confederal que terminó en caos. El segundo presidente abandonó el poder un 18 de julio, o sea que gobernó 85 días.

Nicolás Salmerón, el tercer presidente, que llegó también con el propósito de poner orden, tampoco fue capaz de ejecutar las decisiones que dictaban los tribunales. Gobernó durante 50 días.

Por último llegó Emilio Castelar, el seductor y gran orador, que hizo todo lo posible por consolidar la República. Puso un poco de orden, incluso acabó con el cantonalismo, aunque tuvo que gobernar con las Cortes cerradas, pero que, en cuanto las abrió, se formó tal follón que ocurrió lo anunciado más arriba sobre el general Pavía. Este cuarto presidente marcó todo un record, gobernó 118 días. Una curiosidad sobre el origen de los presidentes de la Primera República: dos fueron catalanes y los otros dos andaluces. Ya te habrás percatado, querida amiga, que Andalucía es también tierra de afanosos protagonistas generales en nuestra historia reciente.

Sobre el prometido comentario sobre el general Pavía, hay que decir que su nombre completo era Manuel Pavía y Rodríguez de Alburquerque, nacido en Cádiz en 1827. Ya en 1866 participó en la fracasada sublevación de Prim en Villarejo, -uno de los generales, en este caso catalán, más activo actor de acontecimientos críticos de nuestro siglo IXX-, lo que le obligó a exiliarse y volver, dos años después, tras el triunfo de la revolución de 1868. Siendo Pavía claramente contrario al separatismo, al implantarse la I República le nombraron general jefe de la zona norte donde combatió a los carlistas en Navarra y en Andalucía reprimió el cantonalismo. Siendo Capitán General de Madrid, terminó por dar un golpe de estado el 3 de enero de 1874, irrumpiendo en las cortes de forma violenta, precisamente en el momento que se procedía a nombrar sustituto de Castelar, que acababa de perder la votación, con lo que dio por liquidada nuestra primera experiencia republicana española, justo antes de que se llegara a nombrar un quinto presidente. Se podría decir que más que un golpe de estado, Pavía le dio el golpe de gracia a la I República española.

Resulta ilustrativo y apasionante leer el teatral trozo final del diario de sesiones del aquel 3 de enero de 1874, a propósito de la acción tajante del general gaditano en las Cortes:

“El señor Castelar: Señor presidente, ya estoy en mi puesto y nadie me arrancará de él. Yo declaro que me quedo aquí y que aquí moriré.Un señor diputado: ¡Ya entra la fuerza en el salón!(Penetra en el salón tropa armada.)Varios señores diputados: ¡Soldados! ¡Viva la República Federal! ¡Viva la Asamblea Soberana!(Otros señores diputados apostrofan a los soldados, que se repliegan a la galería, y allí se oyen algunos disparos [dicen las crónicas de la época que más de 30 balas quedaron incrustadas en las paredes], quedando terminada la sesión en el acto.)Eran las siete y media de la mañana.”

Hasta aquí el relato del Diario de Sesiones, salvo los textos de los corchetes por mí añadidos. Amiga, seguro que te ha recordado la invasión el 23 de febrero de 1981 del teniente coronel Tejero, pistola en mano, acompañado de 200 guardias civiles, que a ambos nos tocó vivir.

Frente a la falta de sensatez y sentido común de los actores de este drama, no faltan, ni entonces ni ahora, las grandes palabras. Aquel mismo día, por la tarde, el locuaz Castelar declaró en los periódicos: “De la demagogia me separa mi conciencia; de la situación que acaban de levantar las bayonetas, mi conciencia y mi honra.”

Como se puede comprobar, la vida política de España está plagada de generales insurgentes. Su protagonismo no era nuevo entonces, ni tampoco lo ha sido después. Sí fue innovadora la forma de imponer un nuevo orden político, teóricamente republicano, bajo las ordenes del general Serrano, también gaditano, hasta que, otro general, Martínez Campos –para variar, don Arsenio era segoviano- dio, el 29 de diciembre, un “pronunciamiento” –figura típica del repertorio de formas de gobierno hispanas- a favor de Alfonso XII, dando así lugar el comienzo de otra etapa de la historia de esta sufrida España, conocida como La Restauración

Estimada amiga, resulta sorprendente, por no decir patética, la semejanza de cuadros y situaciones que se repiten a través del tiempo y que incluso a algunos nos ha tocado revivirlas. Seguramente esto te recordará, como a mí, la repetida frase del filósofo y poeta madrileño de nacimiento, aunque educado en Estados Unidos, George Santayana: “Aquellos que rehúsan aprender de la historia están condenados a repetirla.”

Hasta la próxima.
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