Raúl del Pozo (RdP) se solaza en una columna de “puesto fijo” en el periódico El Mundo –también podríamos llamar de contrato indefinido- con un título bien conferido: Vicios de la Corte. O sea, hacer ecografías –las radiografías ya están técnicamente superadas- de los males que aquejan, no fácilmente apreciables, a las señorías que se mueven por esa supuesta Corte que es Madrid, y que el talento indiscutible de RdP retrata con originalidad. En general, es muy raro encontrar a RdP sin inspiración o que recurra simplemente a describirnos “como pasa el rato PepeCarapato” –en memoria del periodista Pepe Alcaide del Diario Córdoba-. Todas sus columnas suelan tener gran repercusión, y es bien sabido que presidentes, jefes de estado, ministros, lideres de la oposición –en singular, sólo funciona una- están pendientes, cada día, del qué dirá esta especie de fuente nutricia para afanosos de opiniones sin brújula. En el fondo le temen –lógicamente-, lo que infunde un gran respeto y trato deferente allá por donde vaya. No es posible ignorarlo. Su arena de lidia suele ser el Congreso de los Diputados. Además cumple muy bien la consigna de su director, PJR, de que El Mundo sea un buen ejemplo de periódico abierto a todas las sensibilidades, mediante un hábil juego de desplazamientos de un lado a otro de la convencional línea fronteriza de las geométricas ideologías. Es una cómoda frontera coladero, inventada por unos astutos ideólogos de humo de paga. Ese centro que, ideológicamente, nadie ha sido razonablemente capaz de definir, representa lo políticamente correcto. Pues como digo, RdP, pasa cómodamente de un lado a otro y nunca se queda formalmente atrapado en una de las canchas. Ese pasaporte-bula se lo gana, por derecho, gracias a su ingenioso dominio de la palabra. Ah, y cuando llega el caso, afirma que él es un hombre de izquierdas, naturalmente. Aunque luego, cuando llega la hora, reparta leña a los suyos.
Pues bien, el pasado sábado día 14 de julio, nuestro admirado politólogo, nos ofreció una contundente lección sobre la importancia de la mentira en política –La engañifa, como él la llama-. En esta ocasión situó el púlpito en el centro mismo de la raya mágica, desde donde impartió golpes categóricos a diestra y siniestra. Lo atractivo de su columna estaba en la abundante dosis de franqueza que puso en juego para hablar de la mentira. “Es difícil llegar a ser líder político en España sin saber mentir”. No cabe más claridad. Sin duda, eso es lo que hay en el cuadrilátero del combate de la acción política española. “Los socialistas y populares se acusan mutuamente de pucheladores en los tratos con los vascos”. “No hay más que verles los caretos en el telediario.” RdP le recuerda a Aznar que Ortega ha dejado escrito que “el imperio de la política es el imperio de la mentira.” Unos y otros, como en el juego de volleyball, se echan en cara sus mentiras desde cada lado de la frontera cedazo. El Aznar mentiroso de Atocha, se la devuelve enumerando las mentiras y ocultaciones de Zapatero en las negociaciones con ETA. “Ha habido que engañar tanto y a tantos que al final se han engañado a sí mismos.” Pero de inmediato RdP le da una buena palmadita correctora a Aznar: “Mentir no es de caballeros; la verdadera aristocracia no consiste en batirse, sino en no mentir; los políticos, señor Aznar, no tienen nada que ver con los aristócratas; es muy difícil gobernar sin camelar. Un buen político no tiene por qué ser un caballero, dado que la mentira es una virtud en política.” En ocasiones RdP pega sin piedad incluso a esos que llaman ciudadanía: “la muchedumbre siempre dispuesta a creer cualquier necedad, sobre todo la mayor de todas, la más celebrada: el pueblo es sabio y la verdad acaba siempre imponiéndose”.Jaja. No se puede negar que en esta lección el maestro ha estado sembrado.