Quiero empezar diciendo que, este modelo sui géneris de debate, Zapatero vs. Rajoy, que nos ha impuesto la partitocracia con la vergonzosa abdicación de una parte significativa de la profesión periodística, en mi opinión, lo ganó Rajoy. A continuación, me fui a rastrear por los distintos medios, para contrastar mi opinión subjetiva con la de los expertos, las encuestas científicas, los formadores de opinión. Fue una desagradable experiencia. A mi mente no dejaban de llegar flashbacks de las actuales elecciones primarias que se están celebrando –curiosa casualidad- en Estados Unidos.
Antena3 TV, que no retransmitió el debate por las razones que comentaré más adelante, organizo un desfile con los directores de periódicos más destacados, dirigido por Matías Prats, para que se pronunciaran sobre quien había sido el ganador. Increíblemente, mejor dicho, fatalmente, cada director identificó a su ganador, indefectiblemente, con el partido político por el que “labora” cada día. Todo eso reforzado con los más peregrinos y tendenciosos argumentos. Así, tan fatalmente previsible, a piñón fijo. Este mismo vergonzoso panorama se pudo apreciar en todas y cada de las encuestas, tertulianos y demás peñas que salieron en esa noche mágica –la magia de las 100 verdades y un solo hecho- en los medios. Record de audiencia en nuestra historia. Todos vimos lo mismo, pero los periodistas nos contaron multitud de cuentos sobre un mismo hecho. ¡No puede ser que lo que me cuentan no coincida, en nada, con lo que yo he visto! En fin, cada oveja con su pareja. ¡Qué descrédito de las encuestas descaradamente manipuladas! Que vergüenza de formadores de opinión que no son otra cosa que la voz de su amo, de los suyos, pase lo que pase.
Dice Arcadi Espada, en su columna fija ZOOM, de El Mundo, dos días después del debate, quien se ha propuesto hostigar las conciencias de los periodistas “ausentes”: “un debate electoral no pueden organizarlo los políticos”. Efectivamente, el resultado, como bien pudimos ver, fue un remedo malo de los debates parlamentarios, y además indigno por pretender presentarlo –los políticos y su Academia de TV- como un debate de candidatos de estos tiempos.
Desde hace tiempo los ciudadanos tenemos asumido, de buen grado, que el periodismo ejerza de “cuarto poder”. Lo consiguió en dura lucha con el primer poder, mucho antes de que existieran las Facultades de Periodismo. Pero, hete aquí que, casi sin darnos cuenta, en este país llamado España, una parte significativa de los profesionales con carnet de periodismo reglamentado –que además cuenta con su Colegio profesional y su correspondiente presidente- , han renunciado a su independencia y han decidido integrarse en las distintas “cuerdas militantes” y dejarse abducir por las mitologías ideológicas. Ya sé que cada periodista tiene su “alma en su armario”, como los porteros, lo médicos, los camareros, los militares, etc., profesiones tan dignas como la de periodista, pero que cuando prestan su servicio, todos, honestamente, dejan su ideología en la percha de entrada. Cosa de honestidad profesional. Naturalmente, los más perjudicados con la renuncia de estos guardianes de la playa de la verdad, que nos protegían de la falta de transparencia de las acciones del poder político, somos los ciudadanos, que nos hemos quedado huérfanos, desconcertados. Afortunadamente, simultáneamente ha ido surgiendo un nuevo periodismo libre, e incluso anárquico, que nos ofrece la Red, hasta ahora llamado, un tanto apresuradamente, periodismo digital. Suena raro, aunque lo importante es que nos proporcione información limpia de manipulaciones ideológicas, no sometida.
Pero vale la pena seguir destilando el jarabe fuerte, pero depurativo, de la columna de Arcadi Espada a la que hacia referencia más arriba: “Sólo dos hombres inseguros de sus ideas y de su capacidad de exponerlas son capaces de imponer absurdas reglas que encapsularan el diálogo”. Y aquí viene el purgante: “Y sólo un periodismo espectral, esa soi disant Academia de Televisión, vieja antes de nacer, puede aceptarlas”.
Cuanta lágrima de cocodrilo se están echando en el pos debate, recalquémoslo una vez más, organizado por los políticos con la postura autista del periodismo. De boca para afuera, todos dicen que les apasiona la confrontación de ideas, aunque detestan esa política-espectáculo que se basa en los juicios gratuitos y prepotentes de quienes fabrican aberraciones de la verdad. Dice la vicepresidenta en ejercicio, De la Vega, con su sonrisa de siemprepuesta: “el presidente ha ganado 8 a 3 al líder del PP”. ¿Hay quién dé más? ¿Es verdad, es mentira? Y pregunto, ¿quién nos protege? Y la paradoja es que, simultáneamente, tenemos a nuestro alcance una muestra de cómo los debates deberían hacerse: Obama vs. Hillary. Los contrastes que ofrece la comparación de las simples imágenes que nos llegan por TV, revuelven nuestra conciencia. Si a la oposición le impiden que controle, como es su obligación, a base de “cordones sanitarios”, multiplataformas y pactos "tinellianos"; y el cuarto poder se apunta a las “cuerdas militantes”, ¿entonces, qué nos queda? La prensa libre digital. La esperanza.
Ciertamente, como dice Ferrer Molina en su columna fija Pulsaciones, de El Mundo: “hay personas inconvencibles, para las que Demóstenes habría sucumbido el lunes igualmente ante la sonrisa acrílica de ZP”. ¿Y los periodistas también son inconvencibles? La última historia fascinante de adhesión de artistas nos la ofrece Aute, según recoge también Molina: “personalmente prefiero sus errores a los objetivos de Aznar, ¡uy!, perdón, quise decir Rajoy”. ¡Ay!, la pachanga PAZ (Plataforma de Amigos de Zapatero); le ha faltado hablar de la guerra de Irak, del chapapote, del 11-M, de Franco, de la foto de las Azores, o sea los hitos del nuevo socialismo del siglo XXI, per secular seculorum.
Santiago González en su columna fija A Contrapelo, de El Mundo, nos recuerda una divertida viñeta de hace 15 años –cuando el primer debate electoral- de Ricardo y Nacho: “Se veía a Felipe y Aznar como dos boxeadores antes de la pelea. Entre ellos, el árbitro dice: -¡Que gane el mejor!, a lo que el público, en una sola voz, replica: -¡No, que gane el otro!”. La recuerdo. Se explica por sí sola. Pero hay otra cosa muy bien traída también por González, a propósito de que los contendientes se dedicaran a recapitular los cuatro debates de la legislatura. Se refiere González a la película Novecento, donde Bertolucci muestra a dos personajes “en una pelea sin fin, mientras se van haciendo viejos, parábola del enfrentamiento reflejo entre una izquierda y una derecha que tanto tiempo después no representan lo que fueron”.
Y para terminar, no hay más remedio que referirse a La 1. Se entiende, la primera TV con aspiraciones de única y pretensiones de neutral. En la página 23 del El Mundo, a toda plana, con el fondo de un gran número 1, una fotografía del presidente de TV1, perdón, quiero decir de la Academia de Televisión, entre Zapatero y Rajoy dándose la mano, y debajo, en letras gigantes: Ganó La 1 –caramba, ¿qué pasa con ZP y Rajoy?-. Más abajo, estadísticas de la efemérides, tales como 8.017.000 de telespectadores. Pregunto, ¿quién paga esta explosión de victoria? Cada uno que saque sus propias conclusiones. Comprendo que Antena3 TV y Telecinco TV optaran por defender la dignidad de sus profesionales, frente a la pretensión de utilizarlos como meros postes repetidores. Algunos periodistas del club de “abdicantes” dijeron: Ah, lo que se han perdido esos orgullosos. Afortunadamente, algunos periodistas llevan con dignidad, arrojo y seriedad su papel de cuarto poder.