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viernes, 27 de noviembre de 2009

A imitación del calendario de la Revolución Francesa de 1792, a los nacionalistas catalanes no les gusta la Navidad, ni la Semana Santa.

La ola laicista pretende barrer las tradiciones cristianas de siglos.

Aunque parece que, de momento, están reculando en su pretensión de borrar las denominaciones cristianas de los calendarios festivos escolares, como buenos “republicanos” chapados a la antigua, su aspiración es arrasar con lo que no les gusta, sin preguntar. No hace muchos días circulaban por los medios su revolucionario plan, que nos recuerda aquel chistoso calendario que se inventaron los revolucionarios franceses en 1792.

El Conseller d’Educaciò, Ernest Maragall, otro hermanísimo de la política, con la coartada de que se lo habían pedido los padres de los alumnos catalanes -no dice qué porcentaje de padres- aspira a cambiar el nombre de las vacaciones de Navidad por “vacaciones de invierno”, y las de Semana Santa por “vacaciones de primavera”. Dice el Conseller Maragall que “las familias quieren desligar las vacaciones de las festividades religiosas”. Lo más divertido es la justificación que se han buscado para llevar a cabo tal pretensión que arrasaría con centurias de tradición catalana: “para repartir más eficazmente los días libres a lo largo del curso escolar”. ¿Cómo? No entiendo por qué los nombres de Navidad y Semana Santa le impiden tan peculiar “racionalización”.

Al parecer la inspiradora de tal racionalización es Lola Abelló, que es la vicepresidenta de la Federación de Asociaciones de Madres y padres –en minúscula- de Cataluña (Fapac). La señora Abelló es también del Consejo Escolar Catalán. En una reunión de tal Consejo, a primero de octubre, la consejera dijo: “es útil racionalizar un calendario escolar totalmente irracional que no ayuda al desarrollo óptimo de los niños”. Pero lo bueno viene ahora: “La propuesta no nos la hemos inventado nosotros. Ya hay centros en Cataluña que la utilizan, precisamente porque sus alumnos son un 85 % no autóctonos y reúnen a 27 nacionalidades distintas”. Esta retórica, tan gastada, y como distraída, acaba por caer en incoherencias. Porque no es que los nacionalistas quieran respetar la heredad de esos niños de 27 nacionalidades. En el fondo no les gustan los que provienen de la América de habla hispana. Estos se resisten a aceptar el catalán y además en el recreo hablan en español.

¿Recuerdan ustedes la payasada de utilizar traductores en un acto institucional con una delegación de Nicaragüa? Nadie se ha atrevido a entrevistar al alguno de los asistentes nicaragüenses para preguntarles lo que opinaban sobre semejante dislate. Curioso fenómeno de apagones informativos que se extiende por España.

La verdad es que todo esto es tan absurdo, que extenderse sobre lo mismo es aburrido. Pero esta noticia me ha inspirado la idea de dedicar este post a glosar la graciosa experiencia del Calendario Republicano Francés. Era tan enrevesado, tal laico, que nunca he conseguido aprendérmelo. De modo que, al escribir sobre este tema, espero que me obligue a fijarlo en la memoria y, de camino, a divertirme.

Estamos en plena Revolución Francesa y allá por el año 1792, la Convención Nacional, bajo el poder de los jacobinos, lo impuso, y estuvo en vigor hasta el año 1806. Naturalmente, fue Napoleón, el hijastro de la Revolución quien se lo cargó. Paradojas de la vida. El poder todo lo puede; quita y pone, lo que sea. Aunque sólo duró poco más de 12 años. Ya sé que si hacen la cuenta les salen 14 años. Más adelante se comprenderá. Lo que pretendían los revolucionarios jacobinos, al igual que los catalanes pretenden, era eliminar no solo las referencias religiosas, sino crear otra “civilización”, como se verá más adelante. Otro mundo es posible.

El resultado fue un revoltillo impresionante. Olvídense ustedes de la referencia a nuestro calendario Gregoriano, aunque va a ser inevitable utilizarlo para seguirle la pista al revolucionario. Como no podía ser de otro modo, el año empezaba el 22 de septiembre de 1792, coincidiendo con la proclamación de la República. O sea, que el calendario de marras empezó un año antes de su implantación el 24 de octubre de 1793. Que lio, ¿verdad? Por eso, realmente, sólo estuvo impuesto algo más de 12 años. Pues esto no es nada.

Como hemos visto el año empezaba en el equinoccio de otoño. ¿Les suena? Haciendo la cuenta, y como los jacobinos no podía influir en el movimiento de los astros, no tuvieron más remedio que aceptar que el año revolucionario tuviera 12 meses, con 30 días cada uno. Ah, pero desaparecían las semanas. Porque los mese se dividen en tres décadas de días. O sea, no diríamos hasta la semana que viene, sino hasta la próxima década. Además, los días tenían su nombre. Nada de lunes, martes, miércoles, etc. Sino así: primidi, duodi, tridi, quartidi, quintidi, sextidi, septidi, octidi, nonidi y década.

Los revolucionarios jacobinos eran muy ecologistas y le pusieron unos nombres a los meses acordes con la naturaleza, bien neologismos en francés, latín o griego. Empecemos por el otoño, necesariamente compuesto de tres meses. Así, el primer mes se llama Vendimia (vendémaire), el segundo Bruma (brumaire) y el tercer mes del otoño se llamaba Escarcha (frimaire). Conviene no olvidar que cada mes tiene, a piñon fijo, tres décadas, o sea, treinta días. No es difícil imaginarse los desajustes que se producen astronómicamente en la medida del tiempo con este racionalismo creativo, como si fuera el sistema métrico decimal.

Siguiendo con las estaciones del año revolucionario, los tres meses del invierno tenían nombres tan ecologistas como Nevado (nivôse), Lluvioso (pluviôse) y Ventoso (ventôse). O sea, para no perdernos, estamos, más o menos, en enero, febrero y marzo.

Los nombres de los meses de la primavera eran bellísimos. Así, Semilla (germinal), Flor (floréal) y Pradera (prairial). O sea, a base de décadas, la primavera termina el 20 de mayo del gregoriano.

Y vamos a la última estación del año revolucionario, el verano. Tenemos el mes Cosecha (messidor), el mes Calor (thermidor) y el mes Fruta (fructidor). O sea, el año revolucionario termina el 19 de agosto.

Naturalmente estos revolucionarios cayeron en la cuenta que había que hacer algunos ajustes. Es decir que para completar un año astronómico hacen falta 5 días. En años bisiestos harían falta 6 días. Pues bien, esos 5 días empezaron empleándose como días de fiesta, al final de cada año y se les llamaba Sans-Culottides. Pasado algún tiempo los llamaban les jours compleméntaires.

Pero como aquellos creativos de calendarios revolucionarios no dejaron nada sin rebautizar, los nombres de dichos días de fiesta no tienen desperdicio. Lo diré en español, sin más. Fiesta de la Virtud, fiesta del Talento, fiesta del Trabajo, fiesta de la Opinión, fiesta de las Recompesas, y finalmente fiesta de de la Revolución.

¿Queda algo por revisar del calendario Gregoriano? Seguro que no se les ha escapado: el santoral adjudicado por el cristianismo a cada día del año. Como sería muy prolijo hacer la lista de los 365 días del año, haré unas breves pinceladas. Los días son todos de esta índole: uva, azafrán, castaña, caballo, zanahoria, brezo, corcho, etc., etc. Por ejemplo, el día de mi santo que lo celebro el 3 de diciembre, en el calendario revolucionario podría corresponder, más o menos: Frimaire, Cèdre (escarcha, cedro).
Espero que les haya divertido.

lunes, 18 de mayo de 2009

Valencia secuestrada. La Ciudad Condal no es Valencia, pero Mestalla fue, por unas horas, el clon del Camp Nou


Como mis indulgentes amigos lectores saben, y algún ocasional que pudiera haberlo, en mi anterior post me dedique a comentar cuatro noticias de los medios que me habían llamado la atención, o sea me chisporroteaban. Es como si tales noticias no dejaran de soltar chispas para advertirme de que tienen enjundia. Entre ellas, la última de las cuatro, la titulaba así: La pitada en la final de la Copa del Rey en la Ciudad Condal. ¡Qué error! ¿Cómo no he podido darme cuenta de que Mestalla está en Valencia y que el Camp Nou sí está en la Ciudad Condal, que es Cat, como rezan las nuevas matrículas del gusto nacionalista?

Ni siquiera después de que un piadoso amigo decidió, ayer mismo por la noche, advertirme de mi craso error, pude corregir las imágenes que mis retinas me seguían ofreciendo, engañándome insistentemente, al presentarme una decoración Camp Nou, con toda la escenografía típica de los grandes carteles angloparlantes, Good Bye Spain, Catalonia Is Not Spain, etc. –antes partía que hablar castellano, parodiando a aquella-, muchas bengalas, muchos rugidos, y las habituales pitadas que se producen cuando los blaugrana perciben que SM está presente.

Me tuve que hacer, yo mismo, el psicoanálisis correspondiente que me devolviera a la realidad. Caí en la cuenta de que era de noche, que la retransmisión la gestionaba la llamada Televisión Pública al servicio de los grandes objetivos del Gobierno de España, y aunque según los nacionalistas imperialistas, incluyen, entre otros territorios del imperio, a Valencia en el mapa de los Paisos Catalans, me parece que la mayoría de los valencianos no están por la cosa. Yo tampoco, que me invito por mi cuenta a opinar sobre esta cuestión.

Lo ocurrido me hace pensar que mis lectores amigos y ocasionales, o también estuvieron afectados por el engaño psicológico de la superposición de imágenes clonadas asociadas, o bien se pasaron de prudentes y pensaban que me molestaría. Pero yo tengo asumido que gestionar tres blogs conlleva, justamente –quiero decir de justicia- someterse a la libre opinión crítica de los lectores de un medio digital tan abierto y cooperativo como es la web. Ya sé que me puedo encontrar malos tragos. Aun así, prefiero pagar el precio que corresponda a cambio de poder editar mi opinión urbi et orbi.


Tengo un buen amigo, con muchos más méritos que yo para gestionar un blog, que tiene demostrado sobradamente que sabe decir las cosas bien, tanto en la forma como en el fondo, que le preocupa someterse el peloteo de “barraca de feria” por parte de charlatanes de tal, que supondría editar un blog. Para personas que, como él, que tienen muchas cosas interesantes que ofrecer, el balance entre los agresivos pelotaris vende crece pelo y los honestos satisfechos, sería positivo. Desde estas líneas, por si cae en sus manos este post corrector de errores, le animo nuevamente a que se decida sumarse con su blog a la WWW.

Y para terminar, y especialmente para aquellos que desconfíen de mis explicaciones de trasfondo psicológico, que puedan parecerles una escusa, adjuro del imperdonable error de confundir Mestalla con el Camp Nou, y todavía peor, la Ciudad Condal con la bella Ciudad del Turia. ¡Visca Valencia!

sábado, 16 de mayo de 2009

A la caza de noticias con chisporroteo (16-5-09)

1. Dictadura burocrática en la UE
2. Los fugaces planes de Zapatero, ofrecidos en el Debate del EN
3. Política de partidos, según Zapatero
4. La pitada en la final de la Copa del Rey en la Ciudad Condal…


1.- Dice Gingricht que la UE va a degenerar en una dictadura burocrática. En el periódico digital LD podemos leer hoy 16-5-09:


“Newt Gingrich es una de las figuras más importantes y reconocidas en los círculos políticos de Estados Unidos. Elegido al Congreso por vez primera en 1978, sirvió al Sexto Distrito de Georgia durante veintiún años. En 1994 y gracias al conocido "Contrato con América"…..“Hay un gran peligro de que la Unión Europea vaya a degenerar en una dictadura burocrática en la cual políticos elitistas y burócratas tomen las decisiones ignorando a la ciudadanía. Es vital que el Parlamento Europeo insista en tener un papel de supervisión más fuerte, más amplio y más relevante respecto a sus representantes elegidos con el fin de poder equilibrar el sistema a favor de los ciudadanos y no del lado de la burocracia.”


Evidentemente el tal Gingricth se ha quedado corto, padece miopía o sigue la política de la derecha española de mantener un perfil bajo en sus manifestaciones, para no irritar. Hace mucho tiempo que la mayoría de los ciudadanos de la UE opinan que Bruselas es un cementerio de elefantes, que barren par sí, de espaldas a los ciudadanos. Ahora que empieza la campaña de las elecciones europeas, veamos lo que nos proponen los mitineros de turno. Será muy interesante comprobar cuál será el nivel de participación de los ciudadanos –ojo, no digo ciudadanía-.


2.- Los fugaces planes de Zapatero "regalados" en el Debate del EN


En el editorial de ABC de 16-5-09: “En apenas tres días, la promesa de Zapatero ha menguado un 75 por ciento. Entretanto, numerosas operaciones de venta de vehículos cerradas antes del plan se han roto o aplazado a la espera de que el comprador sepa a qué atenerse y si va a recibir o no la cantidad ofrecida por el presidente.”

En Periodista Digital de Rojo de 16-5-09: ”A la hora de la verdad, cuando el PSOE ha tenido que plasmar el nuevo plan anti crisis presentado a bombo y platillo en el Debate del Estado de la Nación, las 15 promesas de Zapatero han quedado reducidas a humo y se han traducido en un conjunto de vaguedades, con muy poco parecido a la promesa inicial.”

Eso es lo que nos pareció a algunos, un minuto después de terminar la intervención de ZP: esto es aire –por aquello de la burbuja- y paja.

3.- La política de partidos según Zapatero. ABC en Las Palmas 16-5-09:

“El presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, afirmó hoy que es "lamentable" que el PP "quiera hacer política de partido y abrir divisiones entre la gente" por la nueva Ley del Aborto.”

Es una gansada tontuna, típica ya de ZP. Si PP no hace “política de partido”, qué otra cosa debe hacer un partido, diríamos cualquiera de nosotros ingenuamente. Pero si hasta los Sindicatos vertipsoe hacen política de partido; y si no que se lo pregunten a la presidenta de la Comunidad de Madrid y a su Tele Madrid. ¿Y qué otra cosa que no sea política sectaria de partido hace ZP, como es natural? ¿Y qué otra cosa representa estar a favor o contra del aborto, sino política de izquierdas o derechas? Lo que realmente le quería reprochar ZP a Rajoy, que no da puntada sin hilo, es que es de derechas, cosa que, desde hace algún tiempo molesta a Rajoy, que ya dijo, en su día, que no es de derechas. Pero como ya vimos en el llamado Debate del EN, cuando ZP le reprocha a Rajoy que es de derechas, sabiendo como sabe que le molesta, este se hace el distraído, o le escurre o discurre. De cualquier modo, resulta increíble que todavía no se hayan enterado, los que piden un “pacto de estado de los dos grandes partidos”, que el odio absoluto que ZP le profesa a la derecha imposibilita tal cosa; es una quimera. Y a pesar de los reprocches de ZP por no "arrimar el hombro" -traducido sería dejar de hacer lo propio, oposición-, Rajoy debe tener cansada ya la mano de tenerla tendida.

Claro que se corre el riesgo de que le digan, como pudimos ver y oir, vale, diga vd. qué reformas laborales haría. La cosa no está clara, o resulta cómica. Mas ciudadanos y menos ciudadanía.

4.- La pitada en el final de la Copa del Rey en la Ciudad Condal. Ignacio Camacho en ABC del 16-5-09: Provocación Españolista.

Cuando creíamos que se había dicho todo lo que cabía decir sobre la polémica pitada al himno nacional de España en la final de la Copa del Rey, celebrada en la Ciudad Condal –naturalmente dicho así, tiene su cosa-, Ignacio Camacho viene y da la campanada. Esta sí que es una noticia con chisporroteo. Si creen los lectores de este modesto blog que han leído un buen artículo en el que la fina ironía alcanza niveles de obra de arte, es que no han leído la columna que les recomiendo.

Siempre que oigo la palabra ironía me acuerdo de un decir que solía emplear mi madre cuando se quería poner tal: “No es nada lo del ojo, y lo llevaba en la mano.” Se dice que la ironía es una burla fina y disimulada, o sea que se da entender lo contrario de los que se pretende. Por ejemplo si nos dejamos llevar por el titular, Provocación españolista, podríamos pensar que Camacho está de acuerdo con las razones aducidas por los partidarios de la pitada. Y aún más. Si nos detenemos en el primer párrafo, de los tres con los que Camacho hace la cuadratura del círculo de su fina burla, todavía peor. Hay que leérselo entero, sin parar, para cogerle la gracia que nos hará que esbocemos una sonrisa, que no la carcajada, porque la cosa tiene su drama. Quizá por eso Benavente –dramaturgo español 1866-1954- dicen que dijo “la ironía es una tristeza que no puede llorar y sonreír.” Ya sé que puestos a traer citas al caso, se pueden decir perrerías de las ironías. Naturalmente de las mal hechas y peor traídas. Por eso lo del arte al que me refería. Oportuna ironía y con buenas maneras, para buen entendedor.


Cuando estaba intentado “pegar” unas líneas que sirvieran de botón de muestra del artículo en cuestión, me daba cuenta de que la cuadratura aludida está en que, o lo tomas todo y por su orden, o no lo coges. Lo dicho, no se lo pierdan. Basta con hacer clic aquí: http://www.abc.es/20090516/opinion-firmas/provocacion-espanolista-20090516.html

lunes, 23 de abril de 2007

Banderillas: Revisión histórica


La revisión histórica es uno de los recursos a los que suelen recurrir con más frecuencia los "intelectuales" nacionalistas. Por ejemplo, los catalanistas, ponen especial empeño en destacar que el año 1714 fue el fin de la Cataluña libre. Se ve que el efecto alucinante del nuevo opio les impide distinguir el camino que lleva hacia la modernidad. El método siempre es el mismo: repetir una mentira hasta la saciedad o deformar los hechos. La realidad es que las veces que Cataluña ha sido desleal a España, que han sido varias, ha sufrido periodos de involución y pobreza. ¿No sería que 1714 significó el final de la Cataluña feudal heredada de la edad media? ¿O que sus enemigos, los Borbones, llevaron con la denostada centralidad del Estado Unitario, el progreso que representaba el que los comerciantes catalanes participaran en el mercado americano, del que hasta entonces habían estado excluidos? La verdad que nos enseña la Ciencia Económica es que ese "simbólico" año fue el comienzo de una era de modernización catalana que permitió que en el siglo XIX Cataluña dispusiera de los recursos y las capacidades humanas que le permitieran llevar a cabo la industrialización posterior.
Banderillas de fuego (arte de torear).

domingo, 22 de abril de 2007

Micorreo: El sobrevenido Estado Federal, 30 balas incrustadas en las paredes


Estimada amiga:

Tu breve y lacónica respuesta me ha dejado intrigado por saber, con qué argumentos de los expuestos en mi anterior mensaje sobre las autonomías, ahora te han llevado a interpretar por que “no me gusta” la palabra consenso -objeto de un viejo debate entre tú y yo-. No es que no me guste per se, si no que cada palabra es para lo que es. Como decía Lewis Carroll: no hay mayor despotismo, pretendidamente ilustrado, que el que se ejerce sobre el significado de las palabras, atribuyéndoles otros caprichosos. Sobre la palabra consenso el DRAE dice que es el “acuerdo producido por consentimiento entre todos los miembros de un grupo.” Estoy de acuerdo contigo; no sólo es bueno reflexionar sobre las peticiones o argumentos de los demás, sino que es imprescindible para el normal desenvolvimiento de nuestra vida cotidiana. Lo contrario sería un mundo esquizofrénico, como el que, con frecuencia, tenemos. Por naturaleza, doy por sentado que la avenencia, o rechazo, por parte de un grupo sobre un acuerdo entre todos, habría estado precedida de un diálogo entre los individuos o grupos, afectados. Si no fuera así ya no sería consenso, sería otra cosa. Como ya te manifestaba en mi debatido mensaje relativo al consenso, su apelación abusiva, en realidad, es una mera estrategia tramposa, usada por los que menos poder tienen. En ocasiones, no es más que una puñalada trapera a la democracia.

Permíteme una apostilla a mi anterior artículo sobre las autonomías. El meollo de mi argumento estaba en que se está produciendo una utilización intencionadamente socarrona –no creo que sea fruto de la ignorancia de tan eminentes actores- sobre el concepto de federación. Me explico. Los nacionalistas vascos y catalanes se suicidarían en sus pretensiones independentistas, si aceptaran una constitución verdaderamente federal dentro de la España unitaria actual. No me imagino que cualquiera de los estados de la Unión Americana, por ejemplo California, le diera a Washington D.F. los desplantes del tipo de los que aquí se gastan los gallitos nacionalistas respecto a Madrid Gobierno. Recordemos que, en el marco de la constitución federal de 1788, los norteamericanos tuvieron su Guerra de Secesión (1861-1865). La ganó el norte, Lincoln. Con ello, entre otras cosas sabidas, se consolidó el poder federal centrípeto y equilibrador, frente al poder centrífugo de los estados secesionistas. O sea, se evitó la regresión a la situación de Estados Confederados que existía en 1776, como pretendían los sureños.

El hecho histórico recordado más arriba nos ilustra, también, sobre las consecuencias que tendría, entre otras no menos previsibles, el que las autonomías gobernadas por nacionalistas separatistas se declararan independientes en el marco de la España seudo federal –por lo de asimétrica- que realmente constituye el llamado Estado de las Autonomías. Realmente sería una regresión histórica a un estado confederal, como podría ser la situación existente en la Península de los reinos cristianos, cuando los Reyes Católicos culminaron la reconquista. O para ser más precisos, jurídicamente hablando, a la situación anterior a la constitución de las Cortes de Cádiz de 1812, o sea una España medieval. Además, no es difícil imaginarse el efecto dominó que esto tendría, en los actuales Estados-Nación europeos. O sea, el fin de lo que entendemos, ahora, por Occidente, geopolíticamente hablando.

Si como afirmó Cicerón, la Historia es, no solo aviso del presente, sino también advertencia del porvenir, quizá nos resulte útil repasar la experiencia histórica de nuestra Primera República, acaecida después de la abdicación de Amadeo de Saboya el 11 de febrero de 1873.

Sin llegar a cumplir un año de vida, la I República Española pasó por tres fases sucesivas: comenzó como unitaria, pasó a remedo de federal y terminó como una extraña cosa que, algunos, calificaron como conservadora. Extraña situación que fue “liquidada” por el general Pavía el 2 de enero de 1874, acontecimiento extraordinario sobre el que me referiré más adelante.

Estanislao Figueras, su primer presidente, llegó apoyado por los republicanos radicales y progresistas. En cuanto éstos se pelearon hubo que convocar cortes constituyentes que, inmediatamente, proclamaron una República Federal. Figueras gobernó sólo 41 días.

Al segundo presidente, PI y Margall, además de lloverle las reivindicaciones sociales, se encontró con que todo el mundo creía que lo de República Federal era una invitación a declararse cantón independiente. Como carecía de carácter para tomar decisiones, la cosa degeneró en remedo confederal que terminó en caos. El segundo presidente abandonó el poder un 18 de julio, o sea que gobernó 85 días.

Nicolás Salmerón, el tercer presidente, que llegó también con el propósito de poner orden, tampoco fue capaz de ejecutar las decisiones que dictaban los tribunales. Gobernó durante 50 días.

Por último llegó Emilio Castelar, el seductor y gran orador, que hizo todo lo posible por consolidar la República. Puso un poco de orden, incluso acabó con el cantonalismo, aunque tuvo que gobernar con las Cortes cerradas, pero que, en cuanto las abrió, se formó tal follón que ocurrió lo anunciado más arriba sobre el general Pavía. Este cuarto presidente marcó todo un record, gobernó 118 días. Una curiosidad sobre el origen de los presidentes de la Primera República: dos fueron catalanes y los otros dos andaluces. Ya te habrás percatado, querida amiga, que Andalucía es también tierra de afanosos protagonistas generales en nuestra historia reciente.

Sobre el prometido comentario sobre el general Pavía, hay que decir que su nombre completo era Manuel Pavía y Rodríguez de Alburquerque, nacido en Cádiz en 1827. Ya en 1866 participó en la fracasada sublevación de Prim en Villarejo, -uno de los generales, en este caso catalán, más activo actor de acontecimientos críticos de nuestro siglo IXX-, lo que le obligó a exiliarse y volver, dos años después, tras el triunfo de la revolución de 1868. Siendo Pavía claramente contrario al separatismo, al implantarse la I República le nombraron general jefe de la zona norte donde combatió a los carlistas en Navarra y en Andalucía reprimió el cantonalismo. Siendo Capitán General de Madrid, terminó por dar un golpe de estado el 3 de enero de 1874, irrumpiendo en las cortes de forma violenta, precisamente en el momento que se procedía a nombrar sustituto de Castelar, que acababa de perder la votación, con lo que dio por liquidada nuestra primera experiencia republicana española, justo antes de que se llegara a nombrar un quinto presidente. Se podría decir que más que un golpe de estado, Pavía le dio el golpe de gracia a la I República española.

Resulta ilustrativo y apasionante leer el teatral trozo final del diario de sesiones del aquel 3 de enero de 1874, a propósito de la acción tajante del general gaditano en las Cortes:

“El señor Castelar: Señor presidente, ya estoy en mi puesto y nadie me arrancará de él. Yo declaro que me quedo aquí y que aquí moriré.Un señor diputado: ¡Ya entra la fuerza en el salón!(Penetra en el salón tropa armada.)Varios señores diputados: ¡Soldados! ¡Viva la República Federal! ¡Viva la Asamblea Soberana!(Otros señores diputados apostrofan a los soldados, que se repliegan a la galería, y allí se oyen algunos disparos [dicen las crónicas de la época que más de 30 balas quedaron incrustadas en las paredes], quedando terminada la sesión en el acto.)Eran las siete y media de la mañana.”

Hasta aquí el relato del Diario de Sesiones, salvo los textos de los corchetes por mí añadidos. Amiga, seguro que te ha recordado la invasión el 23 de febrero de 1981 del teniente coronel Tejero, pistola en mano, acompañado de 200 guardias civiles, que a ambos nos tocó vivir.

Frente a la falta de sensatez y sentido común de los actores de este drama, no faltan, ni entonces ni ahora, las grandes palabras. Aquel mismo día, por la tarde, el locuaz Castelar declaró en los periódicos: “De la demagogia me separa mi conciencia; de la situación que acaban de levantar las bayonetas, mi conciencia y mi honra.”

Como se puede comprobar, la vida política de España está plagada de generales insurgentes. Su protagonismo no era nuevo entonces, ni tampoco lo ha sido después. Sí fue innovadora la forma de imponer un nuevo orden político, teóricamente republicano, bajo las ordenes del general Serrano, también gaditano, hasta que, otro general, Martínez Campos –para variar, don Arsenio era segoviano- dio, el 29 de diciembre, un “pronunciamiento” –figura típica del repertorio de formas de gobierno hispanas- a favor de Alfonso XII, dando así lugar el comienzo de otra etapa de la historia de esta sufrida España, conocida como La Restauración

Estimada amiga, resulta sorprendente, por no decir patética, la semejanza de cuadros y situaciones que se repiten a través del tiempo y que incluso a algunos nos ha tocado revivirlas. Seguramente esto te recordará, como a mí, la repetida frase del filósofo y poeta madrileño de nacimiento, aunque educado en Estados Unidos, George Santayana: “Aquellos que rehúsan aprender de la historia están condenados a repetirla.”

Hasta la próxima.
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domingo, 15 de abril de 2007

La identidad nacionalista, utilizada como muro separador

La identidad no es un atributo categórico. Es más bien una encrucijada donde convergen y se cruzan multitud de elementos del pasado y del presente, propios y ajenos. Tiene más que ver con la coyuntura y con hechos históricos determinados. Por lo mismo, le afecta la evolución, el cambio y se transforma en función de la mutación de los múltiples factores que la disponen. En realidad, todas las culturas son compuestas y beben de múltiples fuentes. La pretensión de inmanencia que supone la noción de identidad manejada por los nacionalistas excluyentes, encubre el empeño de rechazar la diversidad frente a la homogeneidad. En el fondo, constituye un claro proceso de dominio de una comunidad por otra.

La visión de que la identidad es una herencia que los grupos étnicos o religiosos reciben de sus ancestros, y que deben preservarla tal como fue creada, además de ser un mito significa no entender el sentido de la evolución. En realidad no es una gracia divina o natural, es un acto político que forma parte de un proyecto colectivo guiado por una decisión estratégica. Pero como la propia Historia nos demuestra, se elabora hoy y morirá mañana, como acontece con cualquier fenómeno histórico. Por tanto, es vulnerable e inestable como lo son todas las entidades que emanan de una coyuntura.

La identidad, utilizada con la misión de ser muro separador, es una forma -sutil o burda, según los estilos-- de auto definirse en relación con los demás. Normalmente se utiliza para hacer la representación de un pueblo superior bajo la bota de un pueblo inferior -victimismo--, a los que se le denomina bajo nombres de significado peyorativo, tales como charnegos o maketos. La dinámica de esta nueva identidad que elaboran los nacionalistas excluyentes les lleva a una hiper revalorización de la lengua y del patrimonio cultural. Se llega al extremo de auto proclamarse nación y negársela al vecino. Rechazan la existencia de una comunidad nacional por el hecho de que esté constituida por multiplicidad de etnias -contaminada, dirían. Bajo este enfoque ¿sería lícito negar que los Estados Unidos constituyen una comunidad nacional?

El deseo de identidad étnica sólo se manifiesta y se convierte en dominante en las formaciones sociopolíticas donde el Estado se debilita y parece perder su carácter nacional, es decir universal. Tengo todos los titubeos del mundo en cuanto si el invento de las Autonomías, intencionadamente instaurado sin techo competencial, hecho a la medida coyuntural para dar satisfacción a los nacionalistas, ha sido la causa que nos ha traído un extraño proyecto de Estado "plurinacional". Los expertos en Derecho Constitucional, no sectarios, afirman que el Estado de las Autonomías, tal como está todavía --se dice pomposamente: "el Estado más descentralizado del mundo"-- es lo más parecido a un Estado Federal, aunque con algunas inconveniencias técnicas relativas a la falta de demarcaciones y al equilibrio necesario entre descentralización y centralización. Pero cualquiera que no se deje engañar por el alambicado y leguleyo lenguaje de los "planes para un nuevo modelo de relación con el Estado Central", sabe que lo que buscan los nacionalistas es la regresión a una Confederación de Estados Soberanos. Es como si Estados Unidos, que alcanzó su Constitución Federal en 1788, diera marcha atrás y ahora pactara la Confederación de 1776. Surrealismo puro.

Los nacionalismos excluyentes de ahora construyen su edificio mítico sobre la identidad, a la que le asignan una calidad intrínseca "inalienable e inalterable". Estos nacionalismos, además de cimentar actos reaccionarios contra la modernidad, asignan a la identidad una condición mágica, cuando no sagrada. En ese sentido, los nuevos ismos son una vuelta de tuerca más del nacionalismo. Por ejemplo, el catalanismo, que pretende presentarse como una recuperación de la identidad y de la autenticidad, "entorpecida desde hace siglos por la alienación política y cultural ejercida por el opresor castellano", poniendo como fecha símbolo la ya citada de 1714.

El nacionalismo, lo que pretende es que el poder político lo acapare todo -especialmente la Religión y la Enseñanza- y de este modo reforzar su actuación y atajar toda eventualidad. Se trata, en gran parte, de un nacionalismo dirigido por élites que defienden el espacio de su soberanía en competición con las élites adversas y concurrentes del "país opresor". Construyen cortafuegos de protección a base de levantar muros de ignorancia de todo lo relativo al vecino, al que se silencia en sus libros de historia y geografía. Los escolares de los nacionalismos excluyentes pasan por centros de mentalización tipo ikastolas o madrazas -la de los islamistas donde a los estudiantes o taliban se les obliga a ignorar todo lo demás. Es un sistema de lavado perfecto y de conocimientos sectarios. Con esa educación cercenada, en el futuro serán un grupo interesado en la defensa de la nación excluyente, pues sólo así encontrarán aceptación entre los suyos. Por su actitud, los nacionalistas excluyentes son partidarios de aplicar sus doctrinas de forma inflexible y a veces intangible. Los individuos no cuentan, sino el pueblo que es el que tiene los derechos. La nación elevada a la categoría de divinidad y dotada de derechos provenientes de orígenes perdidos en la noche de los tiempos, permite la autorrealización de la esencia de la tribu.

El método dialéctico más frecuentemente utilizado por los defensores del nacionalismo excluyente es el de escudarse en el burladero de que también existe un nacionalismo español, al que, por supuesto, se le niega su derecho y legitimidad. Recordemos el aserto contundente del honorable Pujol: "España no es una nación". Ciertamente, el error más grave que comenten en este debate es el de equiparar ambos nacionalismos. Dialécticamente parten del principio de que si los dos son la misma cosa, ellos también tienen derecho a "reclamar su sitio". ¡Que simpleza! Como defensa, es un error negar la existencia del nacionalismo español. Naturalmente que existe un nacionalismo español desde hace siglos. Pero existen importantes diferencias entre un nacionalismo cívico y constitucionalista, como los que ya se conocieron al principio del siglo XIX, como el que representa la Constitución de Estados Unidos o nuestra Constitución de 1978, y los nacionalismos actuales que propugnan en sus "planes" y propuestas del tipo catalán o vasco, que, como dice García de Cortazar, son "nacionalismos comunitaristas, basados en formas de integración social y, consiguientemente, de exclusión del "otro" que contradicen los fundamentos clásicos de la sociedad liberal y moderna".

Ya hace tiempo que el debate sobre nación y sociedad está suficientemente expuesto, aunque una y otra vez la enorme retórica desplegada estos años no hace más que confundir y desinformar, con el objetivo de camuflar la operación de regresión a la tribu, a los entes, a los pueblos, ignorando al individuo. Ninguna constitución verdaderamente moderna, de raíz democrática y respetuosa con los derechos humanos deja de tener como centro de gravedad a los individuos. La nación no puede concebirse como un fin en sí misma, sino como el medio adecuado en el que los individuos pueden desarrollarse y realizarse libremente, en la medida que la nación es garante de las libertades de todos.

Pero lo peor de todo es que, frente a estos nacionalismos reaccionarios y ultra conservadores, encontramos ciertos sectores de la sociedad, principalmente la llamada progresista o de izquierda, que les conceden un plus de legitimidad bajo eslóganes tan impúdicos como el de la pluralidad y el derecho de autodeterminación de los pueblos. El resultado perverso de esta situación es la impunidad política de la que gozan, con el apoyo y la comprensión de importantes medios de comunicación, de los "intelectuales abajo-firmantes" y demás plataformas para todo.

De este proceso de sublimación de los nacionalismos surgen los ismos filosóficos con los que se alimentan los radicalismos, como el islamismo lo es del Islam. Estas vueltas de tuerca que representan los ismos, llevan a una fractura del proceso de la verdadera modernización de la sociedad. Es la manifestación de una crisis. Es curioso como los nacionalismos vasco y catalán, cuya fuente espiritual proviene de Arana y Prat de la Riba, se auto definieron como informados por el catolicismo, lo que les confiere una importante fisonomía de divinidad. En su caso, su nuevo Dios es la Patria. A pesar del tiempo transcurrido, en la actualidad se comprueba el fuerte conservadurismo de las viejas ideas. Crisis que reviste, en todas las sociedades periféricas y provincianas, un carácter devastador, y que toma en las sociedades nacionalistas una forma ideológica elocuente.

¿Son estos ismos nacionalistas una reacción ideológica a un fracaso histórico, explicable políticamente? La experiencia histórica demuestra que estos movimientos reivindicativos lo que hacen es preparar el terreno al nacionalismo excluyente y a veces violento. Aunque luego pretenden legitimarse bajo la careta de la lucha por la libertad o "contra los efectos devastadores de la globalización que borra los signos de identidad". Se auto proclaman "defensores de pueblos" imponiendo a los individuos -que pierden su rostro y ojos bajo el manto del pueblo- su modelo de nación-estado, siempre de arriba abajo. Su retórica es embriagadora al presentarse como la identidad de los que no la tienen -naciones sin estado-, la de los grupos e individuos desclasados, disociados de todo. Es la ideología de la falsa modernidad, a contracorriente, en la cual el excluido pretende rehabilitarse mediante la exclusión del excluyente.

Estos movimientos de vuelta de tuerca retoman sobre sus hombros todas las reivindicaciones insatisfechas en los períodos precedentes. Por ejemplo, el catalanismo desde 1714 hasta el fin de la Guerra Civil y recupera, dentro de un voluntarismo extremo, consignas, técnicas de acción y métodos de trabajo de los antiguos movimientos revolucionarios. Para ello, pretenden ser, de entrada, una solemne negación del orden establecido en todos sus aspectos. En su discurso, y en su práctica, no desaprovechan cualquier oportunidad para deslegitimar los poderes establecidos que gobiernan legítimamente.

En una situación marcada por el agravamiento de la crisis de modernidad que vivimos, esta política no tiene más que efectos negativos. Los movimientos nacionalistas siguen la estrategia de afirmarse cada vez más como la única fuerza de oposición a los poderes corrompidos de los españolistas opresores, y de esta forma recogerán los frutos deseados, aumentando simultáneamente en influencia y medios de acción. En las distintas formas que adopten como organizaciones políticas, pueden discrepar por la forma pero no por el fondo. CIU le reprocha a ERC lo inoportuno de las formas del pacto con ETA, o se enfadan porque los hayan desplazado del sillón del poder con ayuda de un partido que obedece ordenes de "los de Madrid".

Y finalmente, los nacionalismos de nuestra época representan la gran paradoja de la sociedad de la comunicación y la globalización. Constituyen una crisis de modernidad. Desgraciadamente el nacionalismo no es la única manifestación de esta crisis. Sólo es la expresión de una de las numerosas obstrucciones apreciables, por otra parte, en todos los campos: político, social, económico y cultural, en muchas partes del mundo, como una paradoja dramática entre mundialización y tribu. En este sentido, esta crisis, aunque sea específica de las sociedades periféricas, no es exclusiva. Constituye uno de los aspectos fundamentales de una crisis mundial.