Argumento motivador: Rajoy define lo que es el Centro Político en una entrevista en La Razón 21-6-09: El centro, explica, "es una voluntad, un método, es la vocación de ser moderado y tolerante".
Si se nos ocurre analizar la citada definición pueden pasarnos cosas tan curiosas como las siguientes. Porque Rajoy no habla de ideologías. Así, método es la manera sistemática de hacer algo, de limpiar, fabricar, planchar, hacer yogur, hacer propaganda, organizar un mitin, limpiar la pipa de fumar, hacer la mayonesa, etc. Por otra parte, se supone que, en general, todos los humanos tienen vocación, a ratos, de ser moderados y tolerantes; en otros, a lo mejor no procede o no quieren.
Hagamos un juego divertido sobre la base de un “modelo” de estadística descriptiva. Imaginemos un eje de coordenadas lineal, o sea un espacio vectorial de dimensión uno, como se diría en estadística descriptiva. A ese eje le suponemos un determinado recorrido representativo del que ocuparían el conjunto de partidos políticos existentes en aspectro político español. En ese vector señalemos un imaginario -delirado- centro de coordenadas al que llamaremos punto C –que no tiene que coincidir con el centro de gravedad-, por aquello de Centro Político. De tal modo que un número, mejor dicho, un partido que situáramos a nuestra izquierda del punto C, sería un partido de izquierdas. Igualmente, un partido que situáramos a la derecha del punto C, sería un partido de derechas.
Sobre esta base, apliquemos, en este caso, la definición de Rajoy. Situemos a Rajoy, digamos, para no tener que referirnos al cálculo infinitesimal, medio milímetro a la derecha del punto C. Por definición las posiciones próximas al punto C concentran simétricamente, a uno y otro lado, el máximo de voluntad, método, moderación y tolerancia. A medida que nos desplacemos hacia la extremosa derecha facha, franquista, fascista, nazi, etc., iría disminuyendo la concentración de virtudes políticas asignadas al punto C, hasta desaparecer.
Pasemos ahora la frontera del punto C, media geométrica del vector, adentrándonos medio milímetro en la izquierda. Lo primero que debemos encontrarnos, según la lógica de la simetría, es el Centro Izquierda. Según la definición de Rajoy, que implica un método que facilita considerablemente la siempre enojosa tarea de caracterizar a los partidos políticos por sus ideologías, podemos suponer que, también aquí, como tal Centro, hay voluntad, método, vocación de ser moderados y tolerancia. Porque si le niega esas virtudes, propias del Centro, por estar al lado izquierdo, falla la coherencia del lenguaje. Por simetría geométrica, para que un vector tenga Centro, necesita que a un lado y al otro del mismo existan espacios ocupados, de igual extensión. Y también aquí, a medida que nos alejamos del punto C, o sea Centro Político, baja la concentración de virtudes de aprecio político por parte de la ciudadanía, o sea, voluntad, método, moderación y tolerancia.
Evidentemente, este “método” resulta muy simplista, lo que permite, no se niega, un análisis friki, extravagante, del posicionamiento político de los partidos; además de muy relativista, como es lógico en la era del relativismo. Como se ha señalado, si nos situamos justamente en la raya imaginaria del vector que separa un lado de otro, a nuestra derecha queda la derecha política, y a nuestra izquierda la izquierda política. Si el acto de orientación en el espacio político lo lleva a cabo con uno de derechas, dirá: a la derecha quedan los buenos, y a la izquierda quedan los malos, los rojos. En esto de los colores, antes, los de derechas, se auto identificaban con el color azul –los azulillos-, hasta que los de izquierdas los convencieron de que eso tenía connotaciones con la ultra derechosa Falange del Movimiento, o sea, lejos del centro. Ahora ignoro si la derecha reivindica color. Creo que el color butano ha sido abandonado apresuradamente.
Si repetimos la descripción subjetiva ahora con uno de izquierdas, que se ve a sí mismo de color rojo de toda la vida, dirá que a su derecha están los malos, porque en la izquierda está el progreso, la bondad, el amor al pueblo, a los pobres, a los trabajadores, etc. Naturalmente, todo empapado de abundantes dosis de voluntad, método, moderación y tolerancia, en la medida que se aproximen al punto virtuoso C, de acuerdo con la descripción de Rajoy.
Como podemos ver, con estas coordenadas del eje de posicionamiento simétrico de los partidos políticos, es muy fácil hacer análisis de las acciones políticas. Por ejemplo, los partidos que están en el Centro, mejor dicho que se auto posicionan en el Centro, son primos hermanos, pues tienen mucho más en común que los partidos extremosos de la derecha y de la izquierda. Por tanto es más fácil que una militante de centro derecha pase la raya divisoria y se meta en el centro izquierda –incluso sin darse cuenta-, sin que note grandes hechos diferenciales. Y exactamente le pasaría lo mismo a uno de izquierdas.
A este baile o juego de vaivén político, yo lo denomino cantinfleo. Si alguien desea ampliar sobre esto del cantinfleo, que haga clip en el link que adjunto a continuación y le llevará al post de mi blog donde trataba de este asunto: http://wwwmansocoronado.blogspot.com/2009/06/cantinflear-locucion-politica-que.html
Ante este cuadro, un tanto extravagante, como ya digo, del partidismo político –alguno pensará que frívolo, pero no menos que el que se gastan los líderes para auto definirse- la pregunta que se le puede plantear a ciudadanos y ciudadanía, que tienen que elegir un partido para darle su voto, es si tendrían que estudiar geometría política. No hay peligro, en realidad ese esfuerzo afectaría a sólo a unos pocos. Pues como hemos podido comprobar en las sucesivas elecciones, los ciudadanos españoles son los que en mayor proporción practican la fidelidad al producto. O sea, ¡viva el Betis manque pierda¡ Los míos son los míos caiga quien caiga. ¡Qué esperanza!
Para opiniones libres de actualidad económica, política, social, histórica, científica, artística, literaria..
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lunes, 22 de junio de 2009
martes, 2 de junio de 2009
Cantinflear, locución política que describe al enigmático y trillado centro político
Han sido varias las ocasiones en las que he manifestado mi incapacidad de entender, desde el campo de las ideologías, que es eso del “centro”, salvo que esa denominación no sea otra cosa que una manifestación más del virus del relativismo rampante que nos domina. Dicen que es una cosa posicionada entre la izquierda y la derecha, una especie de mixtura del maestro cocinero de turno. Una cosa pretendidamente equidistante, nebulosa, oportunista, que juega a confundir a la parroquia, unas veces un pasito a la izquierda, otras veces un pasito a la derecha, que siempre me ha recordado a aquel fantástico Cantinflas haciendo circunloquios, digresiones con los que hacia como que te explicaba algo, y que si tratabas de seguirlo y entenderlo corrías el peligro de volverte loco. Hasta tal punto el estilo de Cantinflas tomó carta de naturaleza que, hace ya tiempo, la RAE decidió introducir la palabra cantinflear para definirla como “hablar de forma disparatada e incongruente y sin decir nada.”
En uno de mis últimos posts editado en este blog, me hacia la siguiente pregunta: ¿Debe darse por aludido el Rajoy cuando el PSOE insulta a la derecha específicamente sin mencionar al PP? A continuación copio y pego algunos párrafos del citado post que convienen a la cuestión que quiero tratar en esta ocasión.
El partido gobernante, con una persistencia goebbeliana, han ido convenciendo a la oposición -hasta el punto de dejarlos inermes-, y lo peor a la mayoría de los medios, de que son los chicos malos, crean “crispación”, dividen a los ciudadanos, son enemigos del pueblo porque no colaboran con el Gobierno.
En circunstancias normales, y desde luego la que voy a comentar no lo es, no tendría sentido que ante los insultos que el PSOE de ZP arroja sobre la derecha –la mayor de las veces sin mencionar al PP, y aquí está la triquiñuela-, el PSOE pregunte una y otra vez después de cada andanada, ¿por qué se dan por aludidos los del PP? ¡Pero si han dicho que no son de derechas!
El absurdo desdén sobre el que quiero llamar la atención, comenzó el día que Rajoy dijo que él no era de derechas, a lo que ha arrimado el hombro, con gran entusiasmo, el alcalde Gallardón, que tantas atenciones y beneplácitos recibe de El País, tradicional órgano de comunicación de la izquierda que, últimamente, se ha visto reforzado -¿o sustituido?- por el periódico Público. Este gesto desconcertante no puede interpretarse de otra manera que como un sentimiento de vergüenza o de miedo, que a los que nos sentimos de derecha liberal –tachados de torquemadas recientemente- nos deja helados, y nos recuerda aquella triste escena de Pedro negando a Cristo.
Esta desconcertante actitud de desdén, naturalmente tiene consecuencias no deseadas, en la medida que da la impresión de que la izquierda, la enemiga declarada de la derecha, piense que “la plaza” renuncia a defenderse. Pero lo peor es que también da la impresión de que quien tiene confiada la misión de defenderla no parece demostrar mucho entusiasmo. Hasta aquí los párrafos anunciados procedentes de un anterior post de este blog.
Pero precisamente, en el anexo de la edición dominical del diario ABC del pasado 31-5-09, XLSemanal, me topé con el oportuno artículo de Juan Manuel de Prada, titulado, Las palabras no delinquen. Por su acierto y claridad, me permito acotar y reproducir –con el esperado permiso del autor- un párrafo del citado artículo que cito para mejor expresar mis ideas:
“España es ese país donde uno puede decir «soy de izquierdas» como formulación orgullosa; en cambio, a nadie se le ocurre decir «soy de derechas», porque sería tan oprobioso como decir «padezco lepra» o «tengo fimosis». Y así, desde hace años, la gente de derechas en España anda inventándose rocambolescas designaciones que disfracen su adscripción ideológica: que si liberal, que si reformista, que si patatín, que si patatán. Pero la batalla de las ideas empieza a perderse en la batalla de las palabras; y desde que la derecha española admitió que declarar sin ambages su adscripción era un baldón o una ignominia, cedió a su contrincante un terreno que le será muy difícil recuperar. Una vez cedido ese terreno, resultan más bien patéticos sus esfuerzos por «conquistar el centro», por la sencilla razón de que el llamado ‘centro’ es una región brumosa, cuyas coordenadas las establece quien maneja el cotarro. En España el cotarro lo maneja la izquierda, que puede situar el centro donde le pete; y, así, el esfuerzo de la derecha por acercarse al centro es tan estéril y conmovedor como el del gozquecillo que corre en pos de un hueso que nunca puede alcanzar, porque la izquierda lo acerca a su terreno tirando de un hilo. Y, mientras tira del hilo, la izquierda se descojona del gozquecillo. “
El gran tutor del invocado centro derecha, acaba de lanzar sus últimos mensajes sobre lo que es centro. Curioso, sin matizar si es de derecha o de izquierda, o sea -ojo al palabro- “centralismo político”. Dice Gallardón: “La victoria se logra por el centro”. ¡Mágico! Entendido alcalde, pero explíquese un poco para que participemos del misterioso modus operandi de semejante ideología. Dice Gallardón que Feijóo es “como el Obama gallego” cuyos valores son, "la modernidad, la sencillez, el espíritu de trabajo, la naturalidad y la modernización que deviene en centralismo". Caramba, este currículo me suena a palabrería hueca ya oídas al otro lado de la frontera con la izquierda. Porque, pasa una cosa, la izquierda no tiene centro, pero maneja con increíble soltura el más amplio repertorio de palabras huecas y grandilocuentes. Emulando a los taurinos, hay que decir que hasta el rabo todo es izquierda, salpicada de nacionalismo –paradoja, que es derecha en estado puro-. Ni el guardián de las purezas izquierdistas extremas, Llamazares, ni los cariñosos Sindicatos permitirían la más mínima contaminación al “centro”. Y estando así las cosas me pregunto, ¿cómo es posible que ZP ganara las elecciones, por dos veces, allá por la izquierda remota, alejada del centro?
En uno de mis últimos posts editado en este blog, me hacia la siguiente pregunta: ¿Debe darse por aludido el Rajoy cuando el PSOE insulta a la derecha específicamente sin mencionar al PP? A continuación copio y pego algunos párrafos del citado post que convienen a la cuestión que quiero tratar en esta ocasión.
El partido gobernante, con una persistencia goebbeliana, han ido convenciendo a la oposición -hasta el punto de dejarlos inermes-, y lo peor a la mayoría de los medios, de que son los chicos malos, crean “crispación”, dividen a los ciudadanos, son enemigos del pueblo porque no colaboran con el Gobierno.
En circunstancias normales, y desde luego la que voy a comentar no lo es, no tendría sentido que ante los insultos que el PSOE de ZP arroja sobre la derecha –la mayor de las veces sin mencionar al PP, y aquí está la triquiñuela-, el PSOE pregunte una y otra vez después de cada andanada, ¿por qué se dan por aludidos los del PP? ¡Pero si han dicho que no son de derechas!
El absurdo desdén sobre el que quiero llamar la atención, comenzó el día que Rajoy dijo que él no era de derechas, a lo que ha arrimado el hombro, con gran entusiasmo, el alcalde Gallardón, que tantas atenciones y beneplácitos recibe de El País, tradicional órgano de comunicación de la izquierda que, últimamente, se ha visto reforzado -¿o sustituido?- por el periódico Público. Este gesto desconcertante no puede interpretarse de otra manera que como un sentimiento de vergüenza o de miedo, que a los que nos sentimos de derecha liberal –tachados de torquemadas recientemente- nos deja helados, y nos recuerda aquella triste escena de Pedro negando a Cristo.
Esta desconcertante actitud de desdén, naturalmente tiene consecuencias no deseadas, en la medida que da la impresión de que la izquierda, la enemiga declarada de la derecha, piense que “la plaza” renuncia a defenderse. Pero lo peor es que también da la impresión de que quien tiene confiada la misión de defenderla no parece demostrar mucho entusiasmo. Hasta aquí los párrafos anunciados procedentes de un anterior post de este blog.
Pero precisamente, en el anexo de la edición dominical del diario ABC del pasado 31-5-09, XLSemanal, me topé con el oportuno artículo de Juan Manuel de Prada, titulado, Las palabras no delinquen. Por su acierto y claridad, me permito acotar y reproducir –con el esperado permiso del autor- un párrafo del citado artículo que cito para mejor expresar mis ideas:
“España es ese país donde uno puede decir «soy de izquierdas» como formulación orgullosa; en cambio, a nadie se le ocurre decir «soy de derechas», porque sería tan oprobioso como decir «padezco lepra» o «tengo fimosis». Y así, desde hace años, la gente de derechas en España anda inventándose rocambolescas designaciones que disfracen su adscripción ideológica: que si liberal, que si reformista, que si patatín, que si patatán. Pero la batalla de las ideas empieza a perderse en la batalla de las palabras; y desde que la derecha española admitió que declarar sin ambages su adscripción era un baldón o una ignominia, cedió a su contrincante un terreno que le será muy difícil recuperar. Una vez cedido ese terreno, resultan más bien patéticos sus esfuerzos por «conquistar el centro», por la sencilla razón de que el llamado ‘centro’ es una región brumosa, cuyas coordenadas las establece quien maneja el cotarro. En España el cotarro lo maneja la izquierda, que puede situar el centro donde le pete; y, así, el esfuerzo de la derecha por acercarse al centro es tan estéril y conmovedor como el del gozquecillo que corre en pos de un hueso que nunca puede alcanzar, porque la izquierda lo acerca a su terreno tirando de un hilo. Y, mientras tira del hilo, la izquierda se descojona del gozquecillo. “
El gran tutor del invocado centro derecha, acaba de lanzar sus últimos mensajes sobre lo que es centro. Curioso, sin matizar si es de derecha o de izquierda, o sea -ojo al palabro- “centralismo político”. Dice Gallardón: “La victoria se logra por el centro”. ¡Mágico! Entendido alcalde, pero explíquese un poco para que participemos del misterioso modus operandi de semejante ideología. Dice Gallardón que Feijóo es “como el Obama gallego” cuyos valores son, "la modernidad, la sencillez, el espíritu de trabajo, la naturalidad y la modernización que deviene en centralismo". Caramba, este currículo me suena a palabrería hueca ya oídas al otro lado de la frontera con la izquierda. Porque, pasa una cosa, la izquierda no tiene centro, pero maneja con increíble soltura el más amplio repertorio de palabras huecas y grandilocuentes. Emulando a los taurinos, hay que decir que hasta el rabo todo es izquierda, salpicada de nacionalismo –paradoja, que es derecha en estado puro-. Ni el guardián de las purezas izquierdistas extremas, Llamazares, ni los cariñosos Sindicatos permitirían la más mínima contaminación al “centro”. Y estando así las cosas me pregunto, ¿cómo es posible que ZP ganara las elecciones, por dos veces, allá por la izquierda remota, alejada del centro?
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