martes, 2 de junio de 2009

Cantinflear, locución política que describe al enigmático y trillado centro político

Han sido varias las ocasiones en las que he manifestado mi incapacidad de entender, desde el campo de las ideologías, que es eso del “centro”, salvo que esa denominación no sea otra cosa que una manifestación más del virus del relativismo rampante que nos domina. Dicen que es una cosa posicionada entre la izquierda y la derecha, una especie de mixtura del maestro cocinero de turno. Una cosa pretendidamente equidistante, nebulosa, oportunista, que juega a confundir a la parroquia, unas veces un pasito a la izquierda, otras veces un pasito a la derecha, que siempre me ha recordado a aquel fantástico Cantinflas haciendo circunloquios, digresiones con los que hacia como que te explicaba algo, y que si tratabas de seguirlo y entenderlo corrías el peligro de volverte loco. Hasta tal punto el estilo de Cantinflas tomó carta de naturaleza que, hace ya tiempo, la RAE decidió introducir la palabra cantinflear para definirla como “hablar de forma disparatada e incongruente y sin decir nada.”

En uno de mis últimos posts editado en este blog, me hacia la siguiente pregunta: ¿Debe darse por aludido el Rajoy cuando el PSOE insulta a la derecha específicamente sin mencionar al PP? A continuación copio y pego algunos párrafos del citado post que convienen a la cuestión que quiero tratar en esta ocasión.

El partido gobernante, con una persistencia goebbeliana, han ido convenciendo a la oposición -hasta el punto de dejarlos inermes-, y lo peor a la mayoría de los medios, de que son los chicos malos, crean “crispación”, dividen a los ciudadanos, son enemigos del pueblo porque no colaboran con el Gobierno.

En circunstancias normales, y desde luego la que voy a comentar no lo es, no tendría sentido que ante los insultos que el PSOE de ZP arroja sobre la derecha –la mayor de las veces sin mencionar al PP, y aquí está la triquiñuela-, el PSOE pregunte una y otra vez después de cada andanada, ¿por qué se dan por aludidos los del PP? ¡Pero si han dicho que no son de derechas!

El absurdo desdén sobre el que quiero llamar la atención, comenzó el día que Rajoy dijo que él no era de derechas, a lo que ha arrimado el hombro, con gran entusiasmo, el alcalde Gallardón, que tantas atenciones y beneplácitos recibe de El País, tradicional órgano de comunicación de la izquierda que, últimamente, se ha visto reforzado -¿o sustituido?- por el periódico Público. Este gesto desconcertante no puede interpretarse de otra manera que como un sentimiento de vergüenza o de miedo, que a los que nos sentimos de derecha liberal –tachados de torquemadas recientemente- nos deja helados, y nos recuerda aquella triste escena de Pedro negando a Cristo.

Esta desconcertante actitud de desdén, naturalmente tiene consecuencias no deseadas, en la medida que da la impresión de que la izquierda, la enemiga declarada de la derecha, piense que “la plaza” renuncia a defenderse. Pero lo peor es que también da la impresión de que quien tiene confiada la misión de defenderla no parece demostrar mucho entusiasmo. Hasta aquí los párrafos anunciados procedentes de un anterior post de este blog.

Pero precisamente, en el anexo de la edición dominical del diario ABC del pasado 31-5-09, XLSemanal, me topé con el oportuno artículo de Juan Manuel de Prada, titulado, Las palabras no delinquen. Por su acierto y claridad, me permito acotar y reproducir –con el esperado permiso del autor- un párrafo del citado artículo que cito para mejor expresar mis ideas:

España es ese país donde uno puede decir «soy de izquierdas» como formulación orgullosa; en cambio, a nadie se le ocurre decir «soy de derechas», porque sería tan oprobioso como decir «padezco lepra» o «tengo fimosis». Y así, desde hace años, la gente de derechas en España anda inventándose rocambolescas designaciones que disfracen su adscripción ideológica: que si liberal, que si reformista, que si patatín, que si patatán. Pero la batalla de las ideas empieza a perderse en la batalla de las palabras; y desde que la derecha española admitió que declarar sin ambages su adscripción era un baldón o una ignominia, cedió a su contrincante un terreno que le será muy difícil recuperar. Una vez cedido ese terreno, resultan más bien patéticos sus esfuerzos por «conquistar el centro», por la sencilla razón de que el llamado ‘centro’ es una región brumosa, cuyas coordenadas las establece quien maneja el cotarro. En España el cotarro lo maneja la izquierda, que puede situar el centro donde le pete; y, así, el esfuerzo de la derecha por acercarse al centro es tan estéril y conmovedor como el del gozquecillo que corre en pos de un hueso que nunca puede alcanzar, porque la izquierda lo acerca a su terreno tirando de un hilo. Y, mientras tira del hilo, la izquierda se descojona del gozquecillo. “

El gran tutor del invocado centro derecha, acaba de lanzar sus últimos mensajes sobre lo que es centro. Curioso, sin matizar si es de derecha o de izquierda, o sea -ojo al palabro- “centralismo político”. Dice Gallardón: “La victoria se logra por el centro”. ¡Mágico! Entendido alcalde, pero explíquese un poco para que participemos del misterioso modus operandi de semejante ideología. Dice Gallardón que Feijóo es “como el Obama gallego” cuyos valores son, "la modernidad, la sencillez, el espíritu de trabajo, la naturalidad y la modernización que deviene en centralismo". Caramba, este currículo me suena a palabrería hueca ya oídas al otro lado de la frontera con la izquierda. Porque, pasa una cosa, la izquierda no tiene centro, pero maneja con increíble soltura el más amplio repertorio de palabras huecas y grandilocuentes. Emulando a los taurinos, hay que decir que hasta el rabo todo es izquierda, salpicada de nacionalismo –paradoja, que es derecha en estado puro-. Ni el guardián de las purezas izquierdistas extremas, Llamazares, ni los cariñosos Sindicatos permitirían la más mínima contaminación al “centro”. Y estando así las cosas me pregunto, ¿cómo es posible que ZP ganara las elecciones, por dos veces, allá por la izquierda remota, alejada del centro?

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