domingo, 3 de julio de 2011

Desagravio a Córdoba (III)

Puente romano de Córdoba (Foto FJMC)







San Sebastián nace para ser puerto (en latín, ostia) marítimo de Navarra en 1180. Pero a partir de 1200, con el rey Castellano Alfonso VIII, pasó a ser el gran Puerto de Castilla durante siglos. Con ello se consolida su nombre romance. Por una parte un recuerdo al señor santo, Domine, abreviado a Don –tan actual en nuestros días-, y por otra, mención a su condición de puerto, Ostia. Así tenemos el nombre romance de Don-Ostia, o sea Donostia.
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Los pocos que se atreven a criticar la decisión del presidente del jurado, Manfred Gaulhofer, vocero de la política pacifista de Zapatero, sean periodistas o políticos, lo hacen guardando la ropa; por lo que pueda pasar. Quiero decir, empiezan por dar una de cal, diciendo que San Sebastián es una ciudad preciosa, con su playa, restaurantes, y demás trivialidades, para después soltar la arena.

No sé por qué se toman tantas precauciones. No hay problema. San Sebastián está fuera de juego desde hace años. La cosa empezó con las Guerras Carlistas. Hasta que finalmente, en el año 1980, el nombre oficial es Donostia-San Sebastián. Como podemos comprobar cada día en los medios, casi nadie se acuerda de San Sebastián.

Los nacionalistas vascos, desde que entraron en acción, argumentaban que Donostia es el nombre ancestral en vascuence de la ciudad. Falso de toda falsedad. Ya sé que hay montañas de documentos, fruto de sesudos estudios, de acreditados lingüistas como el siempre citado Kaldo Mitxelena. Miles de conferencias, informes, rebuscados estudios que dicen multitud de alambicadas cosas, han llevado a cambiar toda la toponimia del País Vasco, a golpe de poder político, al margen de las fuentes culturales.

De una lengua casi desaparecida, que conservaba una pobre semántica entre los caseríos, y que en las zonas urbanas nadie entendía, salvo algún exaltado nacionalista, han inventado una lengua, cogiendo prefijos y sufijos, de aquí y de allá, para añadírselos, por necesidad, a palabras de raíz latina. Y lo peor es que lo han llevado a cabo con soberbia y sectarismo, ignorando toda la valiosa herencia de escritores vascos en castellano que, como San Sebastián, han sido desplazados.

Hagamos un poco de historia. Años arriba o abajo, la villa de San Sebastián nace en el año 1180, gracias al Rey Navarro, Sancho el Sabio. Se hizo en las proximidades de un monasterio bajo la advocación de San Sebastián Mártir. Dicho monasterio estaba en el mismo sitio –piedra arriba, piedra abajo- de donde hoy está el Palacio de Miramar.

Nace para ser puerto (en latín, ostia) marítimo de Navarra. Pero a partir del año 1200, con el rey castellano Alfonso VIII, pasa a ser el gran Puerto de Castilla, por siglos. Para los comerciantes de San Sebastián este cambio será positivo, dado que pasa de ser el puerto de un pequeño Reino sin posibilidades de expansión territorial (Navarra), a servir de salida al mar de una monarquía, la castellana, mucho mayor, más rica y en plena expansión.

El Puerto de Castilla evolucionó hasta convertiré en polo de desarrollo poderoso y admirado. En aquella época los documentos de tan ilustre solemnidad se redactaban en latín, o sea, Sanctus Sebastianus. En la práctica se la denominaba Domine Ostia, o sea, todo un Señor Puerto. Porque, recordemos, Domine significa Señor, y Ostia, puerto. Todavía el puerto de Roma se sigue llamando Ostia. Pero como sabemos, desde siempre, los nombres sufren el impacto de las simplificaciones populares. O sea, de Domine a Don –que no significa santo en vascuence, caramba, sino señor, como es al uso en la actualidad-, que unido a la palabra Ostia, hizo finalmente Don-ostia. Muy sencillo. Señor Puerto, Donostia.

Por lo que se ve, nadie se ruboriza al afirmar que Donostia es vascuence. Es romance. Como lo es Zaragoza, evolucionada de Caesar Augusto, su fundador. No olvidemos que el vascuence es uno de las dos lenguas de toda Europa que no es indoeuropea.

Pero ya sabemos con qué tenacidad trabajan los nacionalistas vascos. Ya no existe el Festival de Cine de San Sebastián. Ya sólo existe el Festival de Cine de Donostia. Y hora con Bildu, los nuevos amos, por la gracia del Gobierno socialista y del Tribunal Constitucional, sólo será en vascuence. Ayer mismo, el nuevo alcalde de Donostia ha leído su discurso solo en euskaldun. Pues para él. Lo más sensato que podrían hacer los medios, es que si el acalde tiene la descortesía de no suministrar la traducción, lo adecuado sería no publicarla en los medios de lengua española haciéndoles el trabajo.

Y para terminar, una reflexión de categoría cultural. El viejo lema del poder cultural, sigue funcionando. La conquista del poder cultural es previa a la del poder político y esto se logra mediante la acción concertada de los intelectuales llamados "orgánicos" infiltrados en todos los medios de comunicación, expresión y universitarios. (Antonio Gramsci). Se comprende porqué los países con gobiernos socialistas, casi siempre tienen Ministerios de Cultura. Naturalmente, para mí, San Sebastián no existe. Esto me libera de tener mala conciencia. Siempre me referiré, en adelante, a ese ente cultural artificial de diseño de marketing político llamado Donostia, del que dicen que es la expresión euskaldun de la ciudad. No, es romance.

Independientemente de que más adelante, desarrolle con más amplitud, sobre la cuestión que ahora voy a abordar, brevemente voy a ofrecer algunos datos sobre fechas históricas, de categoría cultural, para que cada uno saque sus conclusiones. Especialmente los responsables del expediente Córdoba ciudad candidata, dirigido por Paulino Plata, orientado tendenciosamente a favorecer la Kurtuba nacida bajo dominación musulmana. Pongamos en 711. Para esos autores de los cuentos de Las mil y una noches, de fantasiosas tolerancias, dejan fuera de la historia de la ciudad candidata, casi 1400 años. Esto es un suicidio cultural.

Como ya se ha dicho, el San Sebastián de nuestra Cultura europea, nació, más o menos, en 1180. Por otra parte, Donostia se inicio con las Guerras Carlistas, y se consolidó legalmente en 1980.

La fundación de Corduba, por Claudio Marcelo, fue en el año 206 a de C., de las primeras que se dieron en Hispania, convirtiéndose más tarde en capital de la Bética con alto grado de romanización. O sea, 600 años de romanización occidental, más 200 años de romanización oriental bizantina. Y así tenemos unos 800 años de Corduba romana. Y frente a eso, la Kurtuba musulmana, construida sobre caminos, puentes, murallas, acueductos. Las sagradas piedras romanas.

Siguiendo esa política del Islam de arrasar la civilización anterior superior, construyen la famosa Mezquita sobre la existente Basílica de San Vicente, que tiraron piedra a piedra para utilizar los sillares. O sea, el balance romano de Corduba es sobradamente superior, frente a una Kurtuba de 525 años musulmán, de los que sólo vale la pena mencionar los apenas 300 años de los Omeyas. El resto, pobreza material y cultural. Y sin embargo, las fuerzas vivas cordobesas de hoy, no se sienten dignificadas por la heredad romana. Oficialmente solo predomina “el legado Andalusí”, y no en su mejor versión, la almohade.

De no haber funcionado el tic político pacifista del Ministerio de “Cultura” socialista, nadie se sorprendería de que un jurado de sensibilidad cultural europea rechazara una civilización ajena a la cultura europea, base de las Capitalidades Europeas de la Cultura,