domingo, 1 de julio de 2007

Rato y la rebelión en la granja plurinacional (de patologías del poder)


La llegada de Rato ha provocado todo tipo de reacciones, tanto de parte de los que están en el poder plural “consensuado”, como de los que están en la oposición única. También a periodistas, columnistas, tertulianos de la cuerda social nacionalista, como la derecha extrema o la extrema derecha, sin olvidar a los de la cuerda centrista –qu’est-ce que c’est que ça?- que tienen la ventaja de pasar sin problemas, en unos segundos, de territorio comanche a territorio federal.

Así, para Lucía Méndez, en El Mundo (30-6-07), España entera se ha quedado pasmada. Amén de que exista una “crisis existencial” en el seno del partido al que pertenece Rato, de la que Méndez no parece muy convencida, ya que piensa que también puede que sea por otras causas distintas. Pero, en fin, pasmaditos los dos, Rato y Rajoy, de ver tanto revuelo. Además, Lucía es una incrédula, entre otros, respecto a los argumentos que los medios han puesto en boca de Rato, como motivo de su vuelta. Nadie “está dispuesto a creérselo”. Méndez no se puede imaginar que Rato haya venido para llevar a sus hijos a patinar a El Retiro y cosas de ese tipo; “el mundo no funciona con esas reglas”, remata la columnista. Seguramente tiene razón Méndez cuando dice que Rato se habrá dado cuenta de que el país, su partido, Madrid y sus túneles, son distintos de los que dejó cuando se marchó. Aunque yo me imagino, en cambio, a Rato continuamente en contacto con su Madrid, aprovechando todos los medios de los que hoy nos podemos valer, y no estaría nada sorprendido, ni pasmado con lo que está viendo. Muchos otros seguro que sí se han quedado “Pasmados”, además de la propia Lucía. Pero lo mejor de Méndez es la seguridad con la que afirma que “a Rato no le queda más remedio que colaborar con Rajoy”. Y sigue más adelante, “Es completamente inimaginable que Rodrigo Rato quiera crear problemas al líder del PP, por lo que tendrá que ir con pies de plomo en sus intervenciones”. Caramba, que imaginación imaginando. A veces los periodistas tienen una forma muy sutil de darle consejitos/resoluciones a los políticos importantes: nada de crear problemas al jefe, y a sus órdenes. En fin, son formas de imaginar las cosas.

Raúl del Pozo, que también dedica su columna de El Mundo (30-6-07) a la portentosa vuelta de Rato, ve las cosas a través del sagaz cristal de la estrategia. Habla de objetivos, de estrategas, generales, piedras angulares y cosas así. Aunque también recurre al lenguaje futbolístico o náutico. Raúl no es que no se crea los motivos que cuentan de la vuelta de Rato, es que “casi nadie conoce el objetivo de Rato”. Efectivamente, ningún general, que se precie, va contando por ahí sus planes, renunciando entupidamente al poderoso efecto del factor sorpresa.

Es muy interesante lo que del Pozo nos cuenta sobre a lo que no viene Rato: a vengarse de Aznar, ni a esperar que la derrota de Rajoy lo sitúe en posición de delfín “indiscutible”, ni a desquitarse de no sé que cosas. Y afirma: “asistiremos a un thriller, a una escabechina goda. Más bien Rajoy necesita de Rato para dar más complejidad a su proyecto, para hacer un guiño a los nacionalistas catalanes, para recordar a los ciudadanos el triunfo económico de Aznar, pero sin aznarismo”.

Pero lo más interesantes, en mi opinión, es la reflexión que hace del Pozo en el supuesto de que el PP pierda nuevamente las elecciones: “estallaría una nueva vía y habría que buscar al líder del 2012 en la cantera”. Esto contrasta con lo que algunos afirman que hay que seguir “con lo que hay” y no cambiar de caballo a mitad de la carrera. Esta postura refleja el tradicional miedo al cambio, por aquello del peligro de lo desconocido. Pero también convine recordar lo que los antiguos estrategas chinos decían: efectivamente, el cambio anuncia peligro, pero también significa oportunidad escondida. El eterno juego de amenazas y oportunidades. Y ya que hablamos de estrategia, recordamos que el factor tiempo es el más valioso de los recursos de que pueda disponer un estratega: en el momento adecuado, en el lugar adecuado. Después las fuerzas. En resumen, creo que, en el momento oportuno –con frecuencia es único-, se puede “abrir” otra carrera con caballos y jinetes de refresco. Como decía Gracián: “el tesón debe estar en la voluntad [de ganar] y no en la opinión”.

Como se ha dicho, Raúl recurre también al lenguaje náutico, con enigmáticas intenciones: “Hay muchos banquillos en [la calle] Génova, pero sabido es que cuando hay muchos timoneles el barco naufraga”. ¿Quiere esto decir que Rato viene a hacerse con el timón de la nave zigzagueante? Raúl del Pozo termina su columna apostando por que las elecciones serán en marzo, y que en esa oportunidad “Rato podría ser uno de los tenores”. En fin, todo parece un tanto caliginoso, aunque especialmente incitante.

Los caballos son símbolos proféticos. Son usados figurativamente por Zacarías y también en la Apocalipsis. La identidad del jinete del caballo blanco siempre ha sido objeto de controversia. Para algunos representa a las huestes santas y su jinete está representando a la totalidad de los ejércitos celestiales que se oponen a la corrupta tierra. Pero sin entrar en complejas controversias, lo que es evidente es que el caballo blanco siempre ha sido símbolo de realeza y poder triunfador. Curiosamente, Napoleón siempre montó un caballo blanco. La mayoría de los reyes y guerreros poderosos los pintaban montando un caballo blanco. Ciertamente esa parece la intención de Ignacio Camacho al titular su columna del pasado sábado en ABCCaballo blanco”, que se inicia con esta frase: “Si no se enreda en su contrastada habilidad para convertir las virtudes en contrariedades y hacer de la oportunidades amenazas, el PP tiene en el regreso de Rodrigo Rato una extraordinaria posibilidad de reforzar su oferta electoral”.

Esta es la opinión, un tanto gafe, que del PP tiene Camacho y que el caballo blanco puede cambiar, dadas las capacidades mágicas que le reconoce: “simplemente con que se limitara a dejarse ver, hacer el “lobby”. Si es así que el caballo blanco tienes esos poderes, sería un despilfarro, conformarse con que simplemente se deje ver. Sinceramente, no creo que Rato haya venido, al margen de los motivos publicados que casi nadie cree, para dejarse “enganchar” por Rajoy por una pasión que le envenena la sangre. Como ya se ha dicho, Rato es demasiado inteligente para dejarse engañar, otra vez, con lo del delfinato de segundones en Madrid, presidencias del Congreso, o esperar a que el PP pierda las elecciones para entonces ofrecerle el regalo envenenado de que lidere un partido, ya gravemente dañado. Ah, y que de camino sirva para arreglar rotos y descosidos como el de “la estéril puja Gallardón-Aguirre”. No creo que sea necesario señalar quien es el causante de esa estéril puja. En lenguaje futbolero, Aguirre es una galáctica que sería de gran valor en la operación cambio, antes de que termine la carrera.

Es posible que muchos de dentro -y de fuera- del PP se consideren chamuscados por letal llamarada del 11-M. Ese es su terrible complejo. Pues, precisamente, creo que el caballero blanco vale para cambiar “la llamarada letal del 11-M” en argumento dialéctico ofensivo.

Francamente, sería un grave error utilizar al caballo blanco, la gran esperanza, como gran fontanero que, servilmente, tiene que arreglar todas las chapuzas que le mande el señorito Rajoy, a cambio de regalitos como los que se mencionan. Rato representa una macrofuerza conductora resultante de muchas voluntades que aspiran a un cambio de rumbo, lo antes posible, procedentes no sólo del interior de España, sino también del ámbito internacional. O sea, no se trata de un refuerzo para el PP actual, si no de una fuerza aglutinadora, que hasta ahora ha estado ausente del juego de influencias del partido.

Si no se gana ahora la carrera, y se deja a la esperanza blanca como reserva para un después perdedor, tendremos un ZP 4 años más, controlando todas las palancas del poder, usándolas en la forma y manera que hemos visto ya. Y muy pronto veríamos como el caballo blanco se convertiría en caballo negro. Y aún le sobraría tiempo para acabar de convertir la España de la Transición que conocíamos, en una II República bis.