sábado, 30 de mayo de 2009

La confederación es la regresión de la federación

Ilusión desilusión reacción. Así suele ocurrir una vez alcanzadas las metas por las que hemos luchado con ardor. Es lo que le pasó a las 13 colonias que una vez terminada la Guerra de la Independencia de Estados Unidos en 1782, después de un periodo de tensión, entraron en otro de calma que sobreviene cuando desaparece el peligro; desilusión, reacción. Los historiadores han venido en llamar a este periodo, al que me refiero, periodo crítico de la historia americana.

No es mi propósito entrar en detalles del proceso que llevó a la bienaventurada crisis que les hizo caer en la cuenta de que lo que les ofrecía aquella Confederación, por las que lucharon, no garantizaba un futuro tranquilizador. Naturalmente que hubo mucha controversia, pero finalmente, el Congreso de la Confederación convocó una convención con el único propósito de “revisar los Artículos de la Confederación”. Entre otros, uno de los impulsos que trajeron la Convención de Filadelfia de mayo de 1787, fue el mantenimiento de la Unión alcanzada después de tanto sufrimiento. No podían imaginarse lo que aquella Convención significaría para su futuro como nación.

Lo que me propongo con este breve post, en absoluto es hacer un ensayo histórico o reescribir la historia, sino poner en evidencia, de forma sintética, una cadena de hechos de forma que nos hagan reflexionar sobre el alcance de determinados actos políticos, que pueden dar lugar a la evolución o a la involución.

Aquella Convención convocada para el 14 de mayo inició sus trabajos el 25 de ese mismo mes y se clausuró el 17 de septiembre de aquel mismo año de 1787. Afortunadamente para la historia de los futuros Estados Unidos de América, desde el principio, cayeron en la cuenta de que el objetivo que se habían impuesto de hacer una simple revisión de los artículos de la Confederación, no cubriría, ni de lejos, sus aspiraciones. Fruto de aquella histórica Convención de Filadelfia fue el Proyecto de una constitución Federalista. Se ve claro que la línea de progreso en los modelos de derecho constitucional, va de confederación a federación. La dirección contraria es simplemente regresión.

Las cosas no son tan fáciles de cómo las vemos al final. Hubo muchas discusiones y desacuerdos. A aquella Convención fueron convocados 72 delegados, de los que sólo asistieron 55, de los que inicialmente sólo firmaron el proyecto 39 delegados. Además era necesario que la nueva Constitución fuera ratificada por los ciudadanos de cada Estado. Precisamente el Estado de Nueva York fue uno de los estados que más resistencia organizada ofreció a aceptar la nueva norma de convivencia propuesta.

Pero al frente de los grandes acontecimientos de la historia aparecen siempre una serie de hombres esforzados –no viene al caso hablar de mujeres, porque no las hubo- que conscientes del peligro que corrían de que la nueva Constitución no fuera aprobada, llevaron a cabo una ejemplar e histórica labor pedagógica en la prensa, precisamente en 3 periódicos de Nueva York, para abrirle los ojos a los ciudadanos sobre la importancia que tenía para su futuro el que se aprobara.

Finalmente el Estado de Nueva York dio su aprobación al proyecto salido de la Convención de Filadelfia – lo hizo porque se quedó solo, todo hay que decirlo- saliendo adelante la nueva Constitución Federal que fue aprobada en 1789. Pero lo más importante de este comentario es que, sin duda, ello fue debido a la extraordinaria labor de tres personajes que han pasado con mérito sobrado a la historia como son Madison, Hamilton y Jay.

Para finalizar, un breve comentario sobre estos citados personajes. La cosa empezó con Hamilton que tuvo la feliz iniciativa de escribir una serie de artículos en defensa de la nueva Constitución sometida a plebiscito. Pero enseguida aparecieron dos entusiastas colaboradores, como fue el caso de Madison y Jay.

Con un empeño y laboriosidad que no dejan de sorprender, este famoso trío publicó, en el corto espacio de que va de octubre de 1787 a mayo de 1788, setenta y siete artículos en tres periódicos de Nueva York, como se ha adelantado más arriba. La firma de estos artículos se hizo bajo el seudónimo de Publio, de modo que, en su momento, no se sabía quién del trío firmaba cada carta, según la moda de entonces.

El caso es que aquellas cartas de Publio, que atrajeron enseguida la atención del público de la época, constituyen también en nuestro tiempo uno de los mejores exponentes de expresión de ideas políticas y sociales, que todavía no han sido superadas o sustituidas por un cuerpo de doctrina comparable. Dichas cartas de Publio están a nuestro alcance en un volumen conocido como El Federalista, con la firma reconocible de sus autores, que constituye el mejor comentario al que podemos acudir para entender en profundidad la Constitución de los Estados Unidos de América, la primera constitución escrita del primer país democrático. Resulta grotesco, por no decir bufo, comparar la Revolución Francesa con la Revolución de Filadelfia del pueblo y para el pueblo, que nunca pretendió imponer virtudes ciudadanas bajo el despotismo terrorífico de la guillotina en la entonces llamada Plaza de la Revolución hoy conocida como Plaza de la Concordia. ¡Qué ironía!

Si amigo lector, este texto sugiere acontecimientos próximos a nosotros, sobre los que debemos reflexionar. Si la progresía dominante consigue finalmente rematar su proyecto de construir la Confederación de Estados Ibéricos –espero que Portugal rechace semejante despropósito-, paradójicamente resultaría una regresión histórica.

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