lunes, 23 de abril de 2007

La ineficacia de las estrategias tradicionales para luchar contra el terrorismo


Está generalmente aceptado que, aunque los principios estratégicos se manifiesten inmutables, ante las nuevas realidades se hace inevitable la creación de nuevas teorías estratégicas con las que hacer frente a las nacientes amenazas a la supervivencia. Así, la Revolución Francesa marca el comienzo de las teorías de la guerra total que más tarde se materializaron en la obra de Clausewitz. A su vez, la caída del Muro de Berlín marca el fin de la etapa conocida como Guerra Fría. Cada una de estas etapas están, además, caracterizadas por la aparición de nuevas armas que, a su vez, aportan nuevas posibilidades.

Pero si la mayoría de los análisis relativos al establecimiento de etapas que determinen las existencias de teorías estratégicas, suelen terminar con el fin dela Guerra Fría, la realidad es que el 11-S del año 2001 en Estados Unidos, más conocido como el ataque a las Torres Gemelas de Nueva York, está marcando claramente el inicio de una nueva realidad. Esa nueva realidad que obliga claramente a la búsqueda de nuevas teorías de acción estratégica, con la que poderse defender de un nuevo enemigo muy peculiar. Ese nuevo enemigo no se identifica con un país o ejército determinado. De momento es conocido como Terrorismo islamista, para diferenciarlo del tradicional terrorismo nacionalista como el de ETA, IRA, checheno, etc.

Dado que el presente trabajo pretende ser una reflexión sobre la búsqueda de nuevas estrategias apropiadas para vencer al Terrorismo islamista, no entro ahora en el objetivo de hacer una descripción de lo que se entiende por Terrorismo en general. Para ello remito al lector a mi artículo titulado "Terrorismo, la nueva estrategia de guerra", que figura en este mismo blog, marcado con la etiqueta .

Hasta ahora, cuando se hablaba de teorías estratégicas clásicas se hacía referencia a las conocidas como de fuerza bélica directa, que conceden toda la importancia a la superioridad militar, mediante la concentración de fuerzas orientadas a destruir al enemigo mediante batallas decisivas. Son conocidas también como estilos de guerra de atrición, cuyo representante más relevante es el citado más arriba Clausewitz, con lo que nos remontamos al año 1831. Ahora se piensa que la mayoría de dichas estrategias clásicas eran válidas solamente para las llamadas superpotencias.

La etapa de la llamada Guerra Fría se caracterizó por la aparición de un nuevo equilibrio del poder, en la que hubo una reducción a dos del número de las grandes potencias: Estados Unidos y la Unión Soviética. Esta etapa se caracterizaba por la existencia de una bipolaridad del poder, y por la tendencia hacia un sistema de bloques. Como resultado de esta bipolaridad, desaparece la flexibilidad del equilibrio del poder de otras épocas. Dos superpotencias, cada una de ellas incomparablemente mas fuerte que cualquier otra potencia o combinación de potencias, se oponen entre sí.

La disparidad de fuerzas entre las potencias mayores y menores era tan grande que, estas últimas no tenían opción de poder participar en el papel de reequilibrar el poder. En realidad lo que estaba presente, en esta etapa, era el equilibrio del terror. O sea, el miedo a la amenaza constante de una guerra nuclear, en la cual no existiría ni vencedor ni vencido. De ahí su nombre de Guerra Fría. En esas circunstancias, la eventualidad del aniquilamiento total significó, paradójicamente, garantía de paz. El mundo conoció uno de los períodos históricos más prolongados sin un choque frontal entre grandes potencias, paradójicamente gracias a la detente de la Guerra Fría entre las potencias atómicas.

Pero con la caída del Muro de Berlín desaparece también la bipolaridad, quedando Estados Unidos como potencia hegemónica. Precisamente, es a partir de esta nueva situación de unipolaridad de Estados Unidos, cuando se hace más patente el fenómeno del terrorismo islamista. Es la nueva amenaza a la paz mundial, la nueva realidad que obliga a buscar nuevas teorías estratégicas apropiadas. Paradógicamente, el tradicional factor disuasor de gran potencia, no parece que surtiera efecto en el caso de del 11-S del año 2001.

Por poderosas que sean las estrategias defensivas clásicas, siempre puede aparecer un enemigo inteligente y audaz que pueda atacar por sorpresa y lograr la victoria. Por eso, las estrategias modernas establecen que es necesario desquiciar previamente al enemigo, ya sea física, psicológica o logísticamente, para luego poder ganar la batalla principal, al menor coste posible. Mientras, las estrategias al más puro estilo clausewitziano perseguían atemorizar al enemigo mediante la creación de un ambiente atracionista, por temor a las consecuencias de cualquier provocación.

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