Vamos al cine. Imagínense ustedes a un fantasmón, con su sombrero tejano a lo Zelaya –estos son tiempos de las zetas-, con mucha pose, con fingido aire de hombre tranquilo –like a quiet man-, entrando en el Spanish Corruption Saloom. De una ojeada, descubre, en el extremo izquierdo de la larga barra a McMaton, el verdadero enemigo de cada ocasión, el causante de todos sus males, el de los nervios de acero, con la risita siempre puesta, al que siempre le rodean cuatro o cinco figurones/as artificiosos de rudos, cursis, que hacen, de acuerdo con la norma de la casa, risitas de ambiente.
El disco duro de McComplej -porque el fantasmón que entraba en el saloom era McComplej- trabaja rápido, y de un vistazo reconoce, en el otro extremo derecho de la barra, a su víctima propiciatoria. Los riesgos están calculados. Todo tiene que ser muy rápido. Porque la víctima, indefenso pajarillo, no tiene peligro. Pero se merece un castigo ejemplar por presumir de desobediente. Ya lo veo, pensó McComplej, es ese, con cara de niñato consentido que está detrás de McCoutry, uno de mis jefes de zona. Y sin pensarlo dos veces, ¡pum!, un certero disparo, entre ceja y ceja. A la víctima no le dio tiempo ni de sorprenderse.
Los murmullos del saloom, siempre ensordecedores, cesaron de golpe. El silencia se mascaba. El del “gatillo fácil” enfundó solemnemente el revólver humeante, diese media vuelta y fuese del saloom, con solemnidad bien estudiada, mientras le daba una calculada chirigota al ala delantera de su sombrero tejano, tipo Zelaya. ¿Pero qué ha hecho ese?, se oyó en el saloom una única voz que salía de la masa de clientes, en medio de un silencio espeso. En realidad esa era la misma pregunta que todos se hacían. Después, poco a poco, se fue recuperando el ambiente, hasta que el murmullo se hizo otra vez ensordecedor.
Las miradas se fueron posando, con malsana curiosidad, en el jefe de la víctima, McCountry, como esperando alguna reacción lógica. Como se ha dicho, McCountry estaba simétricamente situado al otro extremo de la larga barra en la que se hallaba McMaton y justamente delante, cuerpo a cuerpo, de la víctima. Pero su cara no reflejaba tensión, mejor diríamos, no reflejaba nada. Parecía un busto romano, quieto pero digno.
Fuera, estaban esperando la consumación de la gesta los/as pelotas de turno, los que le habían acompañado hasta la puerta de vaivén del saloom para darle ánimos al jefe. En cuanto lo vieron salir rompieron a aplaudir con entusiasmo: “Así se hace jefe. ¡Bravo! Ya era hora”. ¿De qué? Preguntó uno que casualmente pasaba por allí en ese momento.
Dentro, el de los nervios de acero, el castigador, no movió ni un músculo de su cuerpo, ni siquiera cuando McComplej inició el movimiento de desenfundar el revólver –por si acaso-. Para McMaton, McComplej era un tipo previsible y sabía, por experiencia de años, que nunca sería capaz de enfrentársele con hechos; aunque de boquilla casi siempre le ganaba. Si bien, últimamente, a fuerza de repetir el soniquete, al personal le sonaba a música celestial. McMaton ya conocía el percal. De todos era sabido que, en realidad, a su enemiga más odiada, la rubia L’Aguir, a la que jamás haría frente cara a cara, tan peligrosa, dominadora del miedo como un torero.
¿BabyCoast, el niño de las risitas con cara de consentido? La víctima. ¡Puaff! Eso estaba mascao. No pasa nada. Su jefe de zona, McCountry, es un astuto suavón, pancista, que va a lo suyo, a la poltrona; no dirá nada. Ah, pero en cuanto LoloCoubguill es otra cosa; estos individuos siempre son útiles para cumplir misiones “delicadas”; obedecen ciegamente. Es un magnífico sicario, inconsecuente y servil, ciega herramienta de su fiel protector, AlGallant, el de los ánimos oscilantes. Con el que por cierto, yo y los míos, nos entendemos suficientemente bien. Más temprano que tarde, seguía pensando McMaton, cumplirán su misión de aniquilar a esa odiosa y molesta vampiresa que, por la noche, en vez de besar muerde. Y después….irán a por McComplej. Perfecto. Y yo, luego, a por el fachendoso AlGallant.
Estas reflexiones la hacia McMaton, inclinado, con los codos apoyados en la barra, mientras le daba vueltas al vaso de whisky, mirando fijamente al fondo, ya casi vacío. Una de sus compañeras, la que estaba a su lado derecho, le dio un codazo al tiempo que le preguntaba: ¿qué te parece jefe? Chiss. Tenemos que aparentar que that isn’t our business, but todo esto trabaja a nuestro favor, jajaja. Chiss, dijo poniéndose el dedo índice sobre los labios, mientras la miraba sonriente. Años tendremos, le dijo McMaton, y se bebió de un trago el poco wisky que le quedaba en el vaso.
Entre tanto, los pensamientos de McComplej sobrevolaban jubilosamente, mientras se alejaba del saloom, cuyas puertas de vaivén seguían abanicando el aire caliente de aquel impropio día de octubre. A su alrededor, los suyos seguían jaleando su bizarría. Espero, pensaba McComplej, que este “escarmiento” en el saloom, a la vista de todos, acallará a esos que me critican, que me llaman maryweak, y cosas así, al no ser capaz ni de dar un puñetazo sobre la mesa. ¡Ahí queda ese niñato, BabyCoast! Para que vayan tomando nota esos que van por las esquinas pintando monas.
Ya sé que su hermano, OldCoast, seguía pensando McComplej, se moverá por los mentideros diciendo que no soy un verdadero jefe, que sólo me atrevo con los débiles. Jaja. Ese no tiene nada que hacer, como otros de la vieja guardia, los de las zetas, y demás; están acabados. Ya tú verás, impía L’Aguir, la que te espera con AlGallant y LoloCoubguill. Acabarán contigo. Jaja. Además, tengo ahí a mi Blanky, que por cierto, cada día está más… bienhechora, que me saca de todos los líos.
Segunda parte: la crítica cinematográfica.
No, no estoy de acuerdo con que McComplej sea un hombre manso; es un débil. Dé-bil. No hay que confundir los papeles. No hablemos de ganaderías; esas alusiones chuscas a cornamentas y ganado vacuno hay que dejarlas para los chusmetas como Respipin el ingenioso. La mansedumbre es una cosa muy seria, es una norma de acción y de eficacia y no virtud de débiles. GCooper sí podría representar al hombre pacífico, manso, pero seguro para andar por las dificultades de cualquier O.K. Corral.
McComplej nunca podría ser un hombre manso, no va con su carácter. Y se ha dicho, es débil. Porque la mansedumbre es el arte de saber perder para ganar lo que no se debe ni puede perder. Un hombre manso puede ser árbitro de la libertad. Y este McComplej nunca será árbitro de libertades, sino de intrigas y renuncias.
Por tanto, McComplej nunca podría hacer el papel de un hombre manso a lo GCooper (Cloak and dagger). Porque el personaje GCooper tiene una virtud operativa, dinámica y no una mera condición natural, superadora de las malas artes del orgullo (Man of the West, Along came Jones). Los pacíficos, los mansos, como el personaje GCooper, fomentan la libertad y la dignidad humana. La síntesis del personaje GCooper está en que domina el arte de esperar (The Hanging Tree). Además, ¿no es la mansedumbre el camino para la posesión de la tierra?
En la noche de Halloween de 2009
Ficha técnica
Personajes por orden de aparición: McComplej, McMaton, McCoutry, L’Aguir, BabyCoast, LoloCoubguill, AlGallant, OldCoast, Blanky y Respipin.
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